domingo, 7 de julio de 2019

JUAN MANUEL URTASUN, COMPAÑERO DE CURSO EN SALESIANOS, CAMPANERO MAYOR DE LA CATEDRAL


Juan Manuel Urtasun Díaz nació en la calle Carmen. Lo tuve de compañero de curso en Salesianos. Sus recuerdos de infancia se detienen a menudo en el atrio de la catedral; allí jugaba con sus amigos y allí escuchaba el tañido de las campanas. Más de un día y de dos corría escaleras arriba, nada menos que 138 peldaños, hasta alguna de las torres, y veía a los campaneros en faena. Hoy es uno de ellos, tiene 76 años y, de momento, ha asegurado el relevo con su nieto

A  LOS 11 AÑOS CON EL ABUELO

Jon se inició como campanero bien temprano. "¿Abuelo, me llevas?", preguntó el chaval hace dos años. Tenía entonces 8 y la respuesta fue, sin duda, positiva. Con 9 ya comenzó a tocar la de las Horas, también conocida como la Juana. La experiencia le gustó, de modo que repite siempre que puede, escaleras arriba, los 178 peldaños. Los doce campaneros de la catedral de Pamplona tienen un calendario que incluye unas 30 citas señaladas en las que hacen sonar la campana María, la mayor de España en funcionamiento; Jon se une al grupo cuando puede. A veces está en clase, en la ikastola San Fermín; otras en danza, en Oberena, o en los entrenamientos de waterpolo. Pero no faltará a las siguientes citas, que no son pocas. Las próximas, el 1 y 2 de noviembre, días de todos los Santos y de las Ánimas; el 29, San Saturnino; el 3 de diciembre, San Francisco Javier; el 8, la Inmaculada...


Juan Manuel Urtasun recuerda que el ruido en la torre cuando tocan las campanas es ensordecedor y "uno no escucha ni su propia voz". En esas condiciones resulta imposible conversar, hablar, comunicarse, de modo que algunas señas les sirven para entenderse. Pero ni las dificultades arrugan a este escolar, vecino como su abuelo del barrio de San Juan. Se coloca unos tapones, y listo.

Jon estuvo el domingo en la despedida de las campanas, pero no podrá ver cómo las bajan porque estará en clase. Entretanto, y hasta que regresen, seguirán con la María, que se restaurará "in situ". En realidad, ésta, y la de las Horas son las únicas que se tocan aún a mano. "Me gusta mucho venir y espero seguir cuando sea mayor", explica Jon, ahora el más joven de entre el grupo de pamploneses empeñados en sostener la costumbre. Abuelo y nieto coinciden en que lo mejor es poder mantener una tradición de siglos, compartir la camaradería existente entre los voluntarios y contemplar las vistas de la ciudad y la comarca. A quienes se quejan del ruido, les trasladan una pregunta. "¿Quién estaba antes, ellos o las campanas?".

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El sonido de la tradición del campanero
Poco más de diez toneladas es lo que pesa la campana María, la mayor en funcionamiento de España y una de las pocas que aún se tocan a mano en Pamplona. El campanero Juan Manuel Urtasun Díaz la hace vibrar desde hace años, aunque asegura que la mejor parte es “ver Pamplona desde la altura y que llegue a la gente la música de las campanas”.Juanma Urtasun posa bajo la María, la campana que hace sonar desde hace años. Cedida.
IRENE ARAMENDÍA CINTORA.- Tilín, talán. Tilín, talán. Suena la campana María. En lo alto de la  Catedral de Pamlona se ve a un grupo de hombres tirando del badajo de la campana para hacerla sonar. Es algo que solo ocurre días señalados como las fiestas de San Fermín en julio, el 25 de septiembre con San Fermín Txikito o en Todos los Santos y el día de las Ánimas, el 1 y 2 de noviembre. El resto del año suenan las campanas eléctricas, cuando no están en lo alto de la torre los artesanos de esta música como Juan Manuel Urtasun Díaz, ni se puede ver la calle abarrotada de pamplonicas que se reúnen bajo la catedral para ver cómo la hacen sonar.
Nacido en la Calle del Carmen hace 76 años, Juanma Urtasun comenzó en el mundo de las campanas desde bien pequeño. “De niños oíamos desde casa cómo tocaban en las fiestas, así que íbamos y nos dejaban subir a la torre a ver cómo lo hacían”, recuerda. Ahora es el campanero mayor, o como dice, “el más viejo” de la Catedral de Pamplaona, único lugar de la ciudad donde la tradición aún suena de la mano de los campaneros. Además de él, una decena de hombres acuden en esos días festivos a hacer que el sonido de las campanas llene tanto las calles de Pamplona como las de 14.000 kilómetros a la redonda.Vista panorámica de Pamplona bajo el badajo de la María, en lo alto del campanario de la Torre Norte.
EL RITO DE LA TRADICIÓN – Una hora antes de sentir las cuerdas que hacen sonar la campana María en sus manos, los campaneros se congregan a la izquierda de la Catedral, frente a la puerta que eleva de nuevo la música artesanal de las campanas a la ciudad. Mientras tanto, los pies de la Catedral son testigos de cómo los campaneros se juntan, charlan y descubren las novedades que sus compañeros de afición traen. Pero, cuando llega el momento de subir a saludar de nuevo a la María, el silencio se hace entre ellos y apenas se escucha el sonido de las pisadas sobre los peldaños que suben a la torre.
Uno a uno y sin pararse, los campaneros suben los 138 escalones que separan a la María, haciendo que al tocar este gigante de bronce de 10.000 kilos, fundido por Pedro de Villanueva en 1584 en la localidad cántabra de Güemes, siga ostentando el título de la mayor campana de España en funcionamiento, si bien la más grande es una campana de17.000 kilos que esté en Toledo, que ya no se toca. Bajo la María, dos campaneros inician el rito de balancear el badajo a un lado y otro de sus 2,54 metros de diámetro.
Allí arriba, donde uno no oye ni su propia voz, una mirada es suficiente para que los campaneros se turnen y se pasen, en una décima de segundo y con una coordinación asombrosa, las gruesas cuerdas que caen del badajo de la María. Dos, tres e incluso cuatro son las veces que cada uno toca en los casi siete minutos que se escuchan las campanas. Tras su turno, satisfacción y alivio que se concretan en un guiño cómplice y un vistazo hacia la ciudad para observar a la gente que con ellos disfruta de su afición.
Pero esto no siempre es así, ya que es algo voluntario, explica Juanma Urtasun. “Se hace por afición y sin dar explicaciones”. Por eso, se ha servido de la imaginación cuando le ha tocado trabajar solo. Una vez vio salir a tres alemanes de la Catedral y les hizo subir. “Por señas, les indiqué que vinieran y dos se quedaron conmigo en la campana María  y otro, en la de las Horas”, bromea. “Al acabar, los peregrinos llevaban en la mano un billete, pero no lo acepté”, continúa. Sin duda, “la anécdota de estos alemanes no tendrá que ver con la  "Catesdral ds Santiago”, sino con la Catedral de Pamplona.
NECES1IDAD DE REGENERACIÓN – Urtasun reconoce que es necesario que haya una regeneración de la profesión, porque la mayoría de los campaneros son “mayores” y no ve que las nuevas generaciones muestren interés en este arte. “Con ocho años, mi nieto me preguntaba si lo podía traer a las campanas, y naturalmente le decía que sí”. A los 11 años, Jon Urtasun Usoz era el campanero más joven de Pamplona, pero ahora, tanto nieto como abuelo no ven en el mundo de las campanas una salida profesional. “Yo ya he probado esto y prefiero que se dedique a otras cosas”, comenta.
Y es que apenas llegan a cien –tres de los cuales son mujeres– los campaneros navarros. Medio centenar acudieron el pasado mes de junio a Olazti, donde se celebró el Segundo encuentro de campanas y banderas de Navarra. “Fue una ocasión para reivindicar el trabajo de los bandeadores” que dan al ritmo de los campaneros la vuelta a las campanas y de que “la gente conozca”, expresa Urtasun. Así, en ese afán de traer de nuevo la tradición, en 2011 se organizó un curso para campaneros. “Es una buena forma de que las personas interesadas aprendan sobre las campanas y que la afición continúe”, opina, para que su sonido perdure mejor en el tiempo, en los siglos y en la historia.

¿Alguna vez has visitado la Catedral de Pamplona? ¿Sabías que contaba con la mayor campana en funcionamiento de España? Comparte con nosotros tu experiencia y cuéntanos si has visitado o te gustaría visitar la ciudad, así como si tienes imágenes de la ‘María’.

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