sábado, 3 de febrero de 2018

EL BURLADÉS RUBÉN BELOQUI TIENE UN SITIO DE HONOR EN LA HISTORIA DE LA PELOTA


Rubén nació en Burlada el 8 de agosto de 1974. Tiene, pues, 43 años. Rubén tuvo un exitoso paso por aficionados, logrando el Campeonato de España individual en 1991 y 1992, tanto en competición por federaciones como en la modalidsd open. Culminó su paso por la categoría de aficionados obteniendo la Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona  en mano individual, donde la pelota vasca fue deporte de exhibición.



Debuta como profesional en agosto de 1992, nada más participar en los Juegos Olímpicos y con 18 años de edad recién cumplidos. Ya antes de su debut se perfilaba como una de las futuras estrellas de la pelota a mano y lo cierto es no defraudó en su progresión ya que desde su paso a profesionales siguió acumulando gran cantidad de títulos.



En su primera temporada completa, en 1993, participa en el Manomanista de 2ª categoría y obtiene su primer título profesional. Al año siguiente debuta en el Campeonato de 1ª y uno más tarde, en 1995 se hace con su primera txapela
Acumula 4 campeonatos absolutos del manomanista (1995, 1998, 1999 y 2001), siendo el manomanista más joven en ganar la txapela con 20 años, así como dos del Campeonato de mano parejas (1996 y 2003), donde acumula cinco subcampeonatos.



Su retirada se produjo a finales de 2011 con 37 años de edad y tras 19 años de carrera profesional.

Finales manomanistas

AñoCampeónSubcampeónTanteoFronton
1995BelokiErrandonea22-15Atano III
1998BelokiEugui22-13Atano III
1999 (1)BelokiArretxe22-9Atano III
2000EuguiBeloki22-13Atano III
2001BelokiEugui22-8Atano III
2002BarriolaBeloki22-3Atano III
(1) En la edición de 1999 se disputaron dos torneos por la falta de acuerdos entre las dos empresas de pelota mano, ASPE y ASEGARCE.

Finales de mano parejas

AñoCampeonesSubcampeonesTanteoFronton
1993-94Titín III - ArretxeReteguiII - Beloki22-14Ogueta
1995-96Capellán - BelokiEtxániz - Arretxe22-18Atano III
1999 (1)Nagore - ErrandoneaBerasaluze VIII - Beloki22-17Atano III
2001Olaizola I - Goñi IIIAlústiza - Beloki22-13Atano III
2003Koka - BelokiOlaizola II - Pascual22-15Atano III
2005Martínez de Irujo - Goñi IIIBengoechea VI - Beloki22-12Atano III
2007Xala - Martínez de EulateOlaizola I - Beloki22-18Ogueta
(1) En la edición de 1999 se disputaron dos torneos por la falta de acuerdos entre las dos empresas de pelota mano, Aspe y Asegarce




19 AÑOS DE PROFESIONAL MUY LAUREADO

El pelotari navarro Rubén Beloki, una de las grandes figuras de este deporte, se despedió de las canchas en un partido en el frontón Labrit de Pamplona, donde puso fin a su carrera.



Dejó la pelota tras acumular un gran palmarés, cuatro veces campeón manomanista (1995, 1998, 1999, 2001), el primero de los cuales con sólo veinte años, un récord que permanece todavía, dos veces campeón en parejas (1996, 2003), además de otros trofeos y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.


Su despedida en el Labrit lo hizo junto a Olaizola II y se enfrentó a Bengoetxea VI y Begino, que le acompañaban en la conferencia de prensa en la que anunció su retirada en el Palacio de Congresos Baluarte.

"Mi vida ha sido la competición, tratar de ser el mejor, y tenía claro que el año que no jugase en ninguna de las tres competiciones me iría. He tenido la suerte de estar diecinueve años y medio, que no me han quemado en absoluto, así que, llegado el momento, ya no le podía pedir más a la pelota", subrayó.
El que fuera apodado como "látigo de Burlada" declaró que el mejor momento de su carrera fue los Juegos Olímpicos de Barcelona y alguna txapela, pero que, aunque los triunfos profesionales son importantes, una vez que se tienen, cobran importancia otras cosas, como haber jugado "desde el primer al último día con los mejores".



LA TRASTIENDA DE LA PELOTA 

El sonido de látigo de la pelota de piel chocando contra el frontis es la música de un pueblo. La pelota vasca, deporte directamente asociado a la cultura popular.

Los pelotaris profesionales, auténticos protagonistas de un juego que se practica en cada ciudad y en cada pueblo
 viven una bonanza económica desconocida: la ruptura del monopolio que durante muchos años disfrutó la empresa Asegarce ha disparó los contratos y los sueldos de los deportistas. Augusto Ibáñez, Titín III, firmó por Aspe, la nueva empresa recibiendo 19 millones de las antiguas pesetas con un aval de 100 millones por cinco años, ganando 500.000 pesetas por cada partido que jugaba y disfrutando de una cláusula de rescisión de 1.000 millones de pesetas. Como un futbolista.
La pelota está imitando al balón. Que el frontón se aproxima, lenta pero constantemente, al todopoderoso fútbol. Y lo cierto es que los pelotaris han recuperado su legendario carisma y vuelven a ocupar la primera línea en las preferencias de los más jóvenes a la hora de tener espejos deportivos en los que mirarse.



LUCHA DE EMPRESAS


En las ciudades, y sobre todo en los pequeños pueblos, todos los chicos conocen el nombre de los pelotaris del momento. La culpa es de Asegarce, de Aspe, de las televisiones implicadas en el conflicto (Tele 5 y Euskal Telebista) y de la calidad de la hornada de jugadores de los últimos años. Asegarce, la empresa de la que Carlos Arguiñano es socio,  monopolizó el mundo de la pelota durante años, llegando a desligarse de la mismísima Federación Española de Pelota y organizando sus propios campeonatos oficiales. Contaba con hombres de la categoría de Beloki, Errandonea, Armendáriz, Arretxe y una leyenda llamada Retegui II.



Una nueva empresa privada vizcaína, la Asociación de Pelotaris (Aspe), nació con la intención de crear una alternativa a Asegarce. Aspe fichó, a golpe de talonario, a algunos de los mejores jugadores del momento: los delanteros Titín III, Eugui, Goñi II, Capellán y los zagueros Elkoro, Berna, Santi y Lasa II.

LAS FINALES MANOMANISTAS

Vestidos de blanco, rojo y azul, con las manos protegidas por unos ligeros tacos, los jugadores sólo piensan en ganar y como les quedará la txapela, la gran boina negra que se calza el único e irrepetible campeón de campeones. En la gran final, como en todos los partidos importantes, los pelotaris intentan aislarse del infernal ambiente de los frontones. Estos locales cerrados, de entre 30 y 54 metros de pared izquierda y unos diez de frontis (pared donde debe golpear la pelota, siempre por encima de la chapa situada a un metro del suelo), se convierten en un pequeño mundo habitado por seres de diferentes aspectos y características.
Por un lado, los pelotaris. A su lado los botilleros, sus hombres de confianza, los que les dicen por qué están perdiendo, cómo deben jugar para seguir ganando, y qué material (pelotas) de la cesta (cada jugador tienen en ella varias pelotas elegidas con anterioridad) deben escoger cuando les corresponda. Pegados a las líneas de falta, de saque y de fuera, se agazapan, como velocistas, los jueces. A unos metros de ellos les dan la espalda los corredores de apuestas, gritando como energúmenos cifras y lanzando pelotas de tenis rajadas, con un resguardo en su interior, a la grada. 




EL ALMA DEL PELOTARI

Ruben Beloki empezaba los partidos a 140 pulsaciones por minuto, pero rápidamente alcanzaba las 190. Como un ciclista desafiando la verticalidad del Tourmalet. Cuando él, o su rival, llegaban a los 22 tantos, el partido se daba por  finalizado. Había perdido unos tres kilos de peso, y tenía las palmas de las manos y los dedos como si le fuesen a reventar.
Las manos son el alma del pelotari. Por eso las protege minuciosamente antes de cada partido o de cada entrenamiento. Sentado en el vestuario, y con la ayuda de un hornillo o una vela para calentar los pegamentos, el jugador se construye sobre ellas una compleja estructura formada por cola para moquetas, esparadrapo, burlete de puertas y ventanas, y hasta pequeñas chapas metálicas. Le llaman " "hacerse los tacos". Una vez terminado el artesanal proceso parecen los guantes de la armadura de un guerrero medieval. Hacen que la mano gane protección a medida que pierde sensibilidad: cuanto más taco, menos dolor, pero también menos tacto.
"Luego te doy la mano, que ahora la tengo llena de resina", decía Rubén Beloqui, cuando le saludaban.
"La pelota es mucho más que un deporte. ¡Es una forma de vivir la vida!".




BURLADÉS DE NACIMIENTO

Desde el chaflán que acapara la pastelería Guerra, Rubén Beloki contempla el atrio de la parroquia de San Juan Bautista de Burlada. Allí resonaron sus primeros pelotazos. Un cartel prohíbe hoy jugar a pelota en ese espacio. Ante esa estampa,realizamos esta entrevista a Rubén Beloqui.



DE LA GENERACIÓN DE LAS OLIMPÍADAS

-De ti se decía que eras “la promesa de más fulminante futuro de la mano”.
-Recuerdo que el profesionalismo no pasaba por su mejor momento, no se llenaban los frontones pese a dos grandes figuras como Retegui y Galarza. En cambio en aficionados, la gente iba a vernos una barbaridad. Había un campo aficionado muy fuerte. Coincidimos una generación buenísima en las Olimpiadas del ’92 y teníamos mucha prensa. Tan buenos no sé si éramos pero sí es verdad que Eugui y yo debutamos y en seguida respondimos.
-Un bálsamo para la situación de la pelota de aquella época.
-Hubo un año y medio en el que Eugui y yo salíamos en la prensa más que los profesionales. Teníamos tirón y llenábamos el frontón. La gente tenía mucha ilusión de vernos y para ellos éramos la leche. Era increíble. Las empresas buscaban eso.
-Siendo tú aficionado se llegó a acuñar el término “beloquitis”
-Con catorce años dejé la escuela de Burlada y en Oberena me desarrollé pronto. Con quince años quedé campeón de España juvenil, con dieciséis empecé a alternar con mayores y de seguido vino el tema del ADO, la Olimpíada… Y sobre todo destacaba en el individual, no había que pelotear tanto, tenía mucho golpe, era muy sacador y me atrevía a hacer dejadas. Durante esos dos años, 1991 y 1992, gané con relativa facilidad. Entre Jon Baceta, Carlos Armendáriz, Patxi Lasa o Javier Salaverri se cocía todo.
-¿Qué hizo que tu futuro deportivo se apresurase de aquella manera?
-La Olimpíada de Barcelona precipitó todo. Las empresas se fijaron en nosotros y fueron a tope. Eskulari me llamó muchas veces para debutar con dieciocho años recién cumplidos.
-¿Asegarce te llegó a ofrecer un contrato de cinco años y 10 millones de pesetas por temporada?
-En aquellos años se nos ofreció y se nos pagó un dinero muy importante. Pero no esas cantidades. Entró la televisión y el mundo del profesionalismo se abrió. No sólo para mí, sino también para los profesionales de Eskulari. Fueron unos meses muy convulsos porque debuté en Eskulari y con contrato todavía en vigor Asegarce vino a por mí, ellos se hacían cargo de las posibles demandas y en marzo del ‘93 me enrolé en Asegarce.




ASEGARCE SE LO QUITÓ A ESKULARI

-Desde luego, Asegarce puso todo su empeño en ti.
-Con esa edad, dieciocho años, te quedabas impresionado. Recuerdo la final del Manomanista de Segunda que disputé un año después de debutar contra Irazola. Él de Asegarce y yo de Eskulari. Fue la leche. Hasta unos minutos antes no nos dejaban saltar a la cancha, los empresarios estaban discutiendo por la publicidad en las camisetas, pero sobre todo por los derechos de televisión. Me pilló dentro de esa vorágine.
-¿Se dinamitó la pelota?
-Hasta tal punto que en esa misma final los que iban con entrada de Asegarce entraban gratis y les servían canapés, mientras que Eskulari cobrara la entrada. Fue una lucha de bandos en la que Asegarce entró muy fuerte. La clave de todo fue la televisión. Ése es el trasfondo.
-Tu fichaje y el de algunos de tus compañeros pasó factura a Antxon Ibarra, ¿qué papel jugó?
-Era el seleccionador nacional de mano, amigo nuestro y representante de varios pelotaris frente a las empresas. Depositamos la confianza en él y estuvo con nosotros en los contratos con Eskulari. Después Asegarce se dirigió primero a él, luego tanto Carlos Armendáriz como yo optamos por negociar directamente con Asegarce pero teníamos un contrato de representación con Ibarra y se mezclaron muchas cosas.
-Una situación muy enmarañada para un debut.
-Lo recuerdo como años convulsos en los que no era fácil centrarse. Debuté porque para mi edad era un chaval bastante maduro. Hay cosas que te curten.





LA MEJOR ÉPOCA DE LA PELOTA

-Pese a todo, ¿os sentíais protagonistas?
-No es que fuésemos ni mejores ni peores que otras generaciones anteriores pero tuvimos suerte de coger la mejor época de la pelota ya que disfrutábamos muchísimo en aficionados. Nos tocó la Olimpiada, el Mundial de Cuba en el 90, debutamos con los Retegui, Tolosa, Galarza, una generación sobrada, jugué algún partido con Salvador Vergara y Antxón Maíz y enlazamos con Irujo y Aimar. Sé que he estado en las mejores historias de la pelota.
-A partir del 1992 la pelota no dejó de evolucionar.
-En tres o cuatro años cambió todo absolutamente: los colores de los frontones, la indumentaria de los pelotaris… Fue un boom espectacular. Llenábamos los frontones en todos lados y Asegarce empezó a emitir pelota a nivel nacional.
-¿Y el pelotari también evolucionó?
-A raíz de Barcelona ’92 los pelotaris que dimos el salto trajimos un aire nuevo que se nos enseño en los Campeonatos del Mundo y en la Olimpiada. El pelotari atleta. Desde entonces todo ha ido hacia un mejor nivel deportivo. También la pelota es más rápida, la gente quiere más velocidad, quiere partidos de calidad de una hora y que sean vibrantes. Antes la pelota era el desgaste, el machaque. Sé que teníamos mérito en cuanto al juego clásico, de aguantar, pero ahora es espectacular.
-Tú has vivido esa transición.
-Y es cierto que esa espectacularidad hace que muchas veces haya partidos un poco rápidos, que a los zagueros les cuesta hacerse. Antes mandábamos los zagueros, éramos los jefes de la pareja, ahora son los delanteros quienes han pasado de ser pequeños y rematadores a ser más estrellas y dominadores que los zagueros.
-También se han invertido las tornas respecto al foco de atención entre aficionados y profesionales.
-Totalmente, ahora todo es profesionalismo. La gente lleva veinticinco años viendo viernes, sábado y domingo a los mejores en televisión. No digo que se hayan olvidado de los aficionados, pero han perdido la referencia. Muchos tienen que debutar para hacerse un nombre en la pelota.





DEBUTANTES MUY JÓVENES

-De hecho, ¿cómo encajas que se les critique a las empresas por hacer debutar a pelotaris tan jóvenes?
-Indudablemente la política de las empresas es hacer debutar a la gente que puede cumplir con 18, 19 o 20 años y darles cuatro o cinco años para que demuestren. Se quiere que debuten jóvenes, con ilusión, con fuerza, y es que debutan siendo unos grandes profesionales. Se dice mucho que se tienen que curtir más en aficionados pero es que llega un momento en el que el campo aficionado ya no da más de sí.
No he visto a nadie que por debutar joven no triunfe si realmente tiene calidad. Así lo han hecho Bengoetxea VI, Altuna III, Irribarria… El propio Aimar debutó con 18. Hay gente a la que le cuesta un poco más como Urrutikoetxea, por ejemplo, y el propio Julián Retegui me comentaba que él también debutó con 19 pero no ganó hasta los 25.
-Esos mismos críticos son exigentes con esa juventud.
-El problema es que queremos muy pronto “Belokis”, “Irribarrias”, “Altunas” y eso es muy difícil. No hay nada de paciencia. Al pelotari, una vez que debuta, hay que mimarle, exigirle en su medida, pero sobre todo tener paciencia cuando llega al profesionalismo. Se trata de asimilar la velocidad y el poder desbordante que impera en el profesionalismo.



LA HORA DE LA RETIRADA

-¿Crees que cuando un pelotari se retira con las manos vacías tampoco se le reconoce su trayectoria?
-Hay pelotaris que han estado siete, ocho, nueve años como profesional y muchos dicen “Ah, ¿y qué ha ganado? ¿No ha ganado un campeonato del mano a mano?”. Un campeonato Manomanista es un Tour de Francia. En la pelota, hoy en día, la exigencia popular en la calle es muy grande y si no ganas lo más grande… Es un deporte muy duro. A la pelota se le está empezando a no dar el valor que tiene.
-¿Qué opinas del cambio generacional de los últimos años?
-Ha habido una dependencia brutal de Irujo y Olaizola pero se estaba alargando mucho y se veía que tampoco había un recambio de figuras que viniese por detrás. Entonces se optó por hacer debutar a gente joven. Pero las empresas también han remodelado el cuadro porque, a parte de ser un deporte, hay que vender al pelotari. Tú puedes ser un pelotari vendedor, ser para la empresa rentabilísimo, y no ganar campeonatos. Mucha gente no lo entiende pero es así. Altuna III no tiene una txapela de primera y era el pelotari más rentable de su empresa.
-O Pablito Berasaluze…
-Pablito no ganó nada y tenía el calor de la gente allá donde iba. Le recuerdan como si hubiese ganado todo porque son pelotaris que te hacen disfrutar durante una hora. Titín, igual. No tiene un gran palmarés y no dejó de llenar frontones porque tenía esa magia de los cuadros delanteros. Al igual que en el toreo, hay gente que sin campeonatos llenan la plaza.





LOS DOS ÚNICOS SUPERVIVIENTES

-De la vieja escuela ya sólo quedan Aimar y Oinatz.
-Oinatz ha sido un soplo de aire fresco, También Urrutikoetxea que es un grandísimo pelotari que tiene que ocupar el cetro de Olaizola II por edad y por cuajo. Éste es su momento y hay que exigirle. Y Aspe tiene tres pelotaris fetiche como son Irribarria, Altuna y Rezusta. La pelota va para adelante y va saliendo gente. En Asegarce tenemos mucha ilusión con Laso, que puede ser el referente en Navarra dentro de unos años. Esto no 
-se acaba, siempre tiene su renacer.
-¿Crees que las condiciones que se le da a un pelotari debutante son las adecuadas?
-Cuando un pelotari debuta hay un sueldo base que lo tienen las dos empresas parecido y las condiciones para que progrese, como son la preparación física, entrenamientos, estar encima de ellos, son óptimas. Otra cosa es que a unos les parezca mucho o poco dinero. Encima del pelotari se está una barbaridad.
-¿Qué sientes cuando ves que un pelotari no da el resultado esperado?
-Es duro porque los chavales debutan con ilusión. Hoy en día, todo el que debuta viene súper preparado y prácticamente saben que esto es una experiencia, una oportunidad, vivir de algo bonito durante un tiempo. Engañar, no se le engaña a nadie. El profesionalismo está complicado y no todos van a ser Irujo u Olaizola. Otra cosa son las expectativas que les genere el entorno familiar.




-¿Lidiar con los padres se cobra aparte?
-Salvador Vergara siempre me cuenta que durante mis casi veinte años como profesional habría hablado dos o tres veces con mi padre. Ahora la diferencia es que los padres, no todos, están excesivamente encima de sus hijos. Zapatero a tus zapatos. Hay preparadores, técnicos, médicos que le van a asesorar y a ayudar. Qué más quiere la empresa que un chaval sea una figura.
-Tu vida ha estado ligada a Asegarce.



-Asegarce me lo ha dado todo, he hecho mi carrera ahí, me han dejado seguir viviendo de la pelota con los trabajos que he desempeñado como comentarista, captador y entrenador, intendente. En estos años ha habido cosas muy buenas, otras no tanto, incluso yo como pelotari tuve mis momentos duros con la empresa, con aplazamientos de meses y meses, y siendo presidente de un sindicato.




RADIOGRAFÍA BREVE DE UN CAMPEÓN

Rubén Beloki es una persona de apariencia más bien templada y tímida. Posee el honor de ser el pelotari más joven (no había cumplido los 21 años) en ganar la txapela del Manomanista de Primera. No hace ruido, es discreto y excesivamente modesto. Habla con las manos intentando retener a Eugui cerca del rebote y aprovechar la ventaja del saque. Tenía en el brazo derecho un látigo descomunal, un martillo percutor que condenaba al contrario a mirarle siempre la espalda. Extendía los brazos como si fueran unos remos, rígidos y poderosos, que disparaban la pelota hasta la lejanía del rebote. Acompañaba cada golpeo con un gesto de inclemencia y seguía con la mirada el comportamiento de la bola y la respuesta de su enemigo. Nada escapaba de su control. Golpear una pelota no es una acción mecánica, responde a un cálculo frío. En dos segundos, Rubén Beloki analizaba todas las posibilidades del juego, lo cual requiere un gran ejercicio mental, y discrimina la mejor opción. Cada golpeo tiene su explicación. Se le acusaba de abusar del pelotazo y no arriesgar casi nunca. Pero la estrategia se ajustaba mejor a las características de un pelotari de largas distancias al que no le importaba alargar un tanto hasta el infinito si era preciso. Cualquier cosa antes que acabarlo porque sí. Poseía una pegada prodigiosa, pero fue madurando en otras facetas.



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