Cuando todavía es reciente el fallecimiento de Ignacio Zoco, que nos ha dejado un enorme legado, vamos a dedicar algunos capítulos a rastrear en su vida, que en estos días han pasado desapercibidos pero que permanecen en los archivos de su vida legendaria.
Uno de ellos hace referencia al curioso caso de lo dos navarros salidos del Oberena, que vivían bajo el mismo techo y defendían los colores de los dos encarnizados enemigos sobre el campo, como son Real Madrid y At. Madrid.
JESÚS GLARÍA, EL CUARTO DE LA DINASTÍA
En 1960 ficha por el At. Madrid donde jugó 8 temporadas, disputando 187 partidos de liga, ganando una liga y dos copas del Rey. En 1968 fichó por el equipo blanquiazul de Sarriá donde jugó 338 partidos, fue 20 veces internacional y falleció a los 36 en accidente de tráfico con su hijo de diez cuando volvía a Barcelona tras pasar las fiestas en su pueblo natal, Villafranca.
CORRÍA LA TEMPORADA 64-65...
El 7 de marzo de 1965 el Atlético venció en el Santiago Bernabéu con un solitario gol de Mendonça. Aquello fue un drama para el madridismo, porque habían pasado 121 partidos desde la última derrota liguera en casa, que databa de 1957. Además, el Atlético cobraba una ventaja en la Liga que pareció decisiva, aunque finalmente el Madrid conseguiría llevarse el campeonato. Había sido un partido de la máxima rivalidad (lo de derbi vino después) en su pura y clásica expresión: leña, bronca, intensidad, pasión…
Los aficionados que tenían por hábito apurar la copa hasta el final, esos que se quedaban a esperar la salida de los jugadores para abuchear al autobús del rival y aplaudir (o silbarles, según el día) a los suyos cuando salían en sus coches, quedaron sorprendidos e indignados cuando vieron que Zoco llevaba en su coche a Glaría. Zoco era el seis del Madrid, Glaría, el seis del Atlético. ¿Cómo era posible eso?
—¡Dónde vas con ese! ¡Si nos ha inflado a patadas!
Pero es que Zoco, Ignacio Zoco Esparza, y Glaría, Jesús Glaría Jordán, vivían juntos. Y a menos de 500 metros del Bernabéu, en la calle General Perón. Claro que ni siendo tan corto el trayecto era cosa de ir andando nada más terminar el partido. Varias veces más les ocurrió, a la salida del Bernabéu o del Metropolitano, cuando la cosa era al revés: entonces era Glaría el que llevaba en coche a Zoco al domicilio común y el que se lleva la bronca de los suyos:
—¡Dónde vas con ese chulo! ¡Que todos los del Madrid son unos chulos!
Jesús Glaría había llegado a Madrid antes que Zoco, en la 60-61. Venía del juvenil del Oberena, recomendado por su hermano Javier, que había fichado por el Atlético en edad juvenil, como extremo izquierdo. A Jesús se le llamó Glaría IV, a Javier, Glaría III. Por encima de ellos hubo otros dos hermanos futbolistas: José Glaría, Glaría a secas en principio, luego Glaría I, delantero que destacó sobre todo en el Sporting, aunque también jugó en el Zaragoza y en Osasuna. El siguiente, Paco Glaría, fue desde el principio Glaría II e hizo una celebrada media en Osasuna con Marañón, antes de que Zoco apareciera por ahí. Llegó a ser internacional B, contra Egipto. Luego se fue al Mallorca. Los cuatro eran nacidos en Villafranca, pero el padre era natural de Garde, en el valle del Roncal, el valle del gran Julián Gayarre. En Garde nació y vivió Zoco durante su infancia y adolescencia. Y allí llevaba a veranear papá Glaría a sus chicos.
Jesús Glaría había llegado a Madrid antes que Zoco, en la 60-61. Venía del juvenil del Oberena, recomendado por su hermano Javier, que había fichado por el Atlético en edad juvenil, como extremo izquierdo. A Jesús se le llamó Glaría IV, a Javier, Glaría III. Por encima de ellos hubo otros dos hermanos futbolistas: José Glaría, Glaría a secas en principio, luego Glaría I, delantero que destacó sobre todo en el Sporting, aunque también jugó en el Zaragoza y en Osasuna. El siguiente, Paco Glaría, fue desde el principio Glaría II e hizo una celebrada media en Osasuna con Marañón, antes de que Zoco apareciera por ahí. Llegó a ser internacional B, contra Egipto. Luego se fue al Mallorca. Los cuatro eran nacidos en Villafranca, pero el padre era natural de Garde, en el valle del Roncal, el valle del gran Julián Gayarre. En Garde nació y vivió Zoco durante su infancia y adolescencia. Y allí llevaba a veranear papá Glaría a sus chicos.
Así que Zoco y los hermanos Glaría eran pandilla. Zoco coincidía en edad con el tercero, era un poco mayor que Jesús, pero todos jugaban revueltos, a pelota, a correr, a pescar, a pillar fruta por ahí. A todo menos al fútbol, me cuenta Zoco, porque en el pueblo apenas había sitio para hacerlo. Jugaban al fútbol en invierno. Los Glaría, en el colegio Lecaroz, en Elizondo, Zoco en el Instituto Fernández de Rada, en Pamplona.
Cuando Jesús Glaría llegó a Madrid se fue a vivir con una hermana casada, a cuyo marido la empresa había trasladado a la capital. Una buena solución para que Javier y Jesús estuvieran recogidos. Zoco fichó por el Madrid en la 62-63, y fue a vivir de patrona con Doña Carmen La Pasiega, en un piso de la calle General Perón. El marido de Doña Carmen había sido futbolista, Felipe, defensa en los cuarenta del Racing de Santander, que en aquel tiempo de nombres ingleses proscritos se llamaba Real Santander.
Al cabo de un tiempo, Jesús empezó a sentir que en casa de su hermana podía estorbar. Llegaban niños y hacía falta sitio. Javier ya se había ido, el fútbol le llevó a otros destinos. Zoco propuso a Jesús irse a vivir con él. Le alabó la cocina, la tranquilidad, el trato de la casera y de su marido y la simpatía del chaval que tenían. Glaría aceptó. Para entonces ya no era Glaría IV, sino simplemente Glaría. El más joven de los cuatro llegó a ser el mejor de todos, triunfó en el Atlético y jugó en la selección, en la que hizo pareja con Zoco o alternó con él. Los dos jugaban de lo mismo: medio defensivo. Componer la media con ambos obligaba a uno de los dos (generalmente Glaría) a jugar más adelantado. La otra opción era sacrificar a uno de ellos y acompañar al otro con alguien más de ataque, tipo Aguirre, Paquito, Fusté o Pirri. Glaría completaría 20 partidos con la selección. Zoco, 25. Juntos jugaron ocho veces. Sin el otro, cada uno de ellos hubiera sumado bastantes internacionalidades más.
Al cabo de un tiempo, Jesús empezó a sentir que en casa de su hermana podía estorbar. Llegaban niños y hacía falta sitio. Javier ya se había ido, el fútbol le llevó a otros destinos. Zoco propuso a Jesús irse a vivir con él. Le alabó la cocina, la tranquilidad, el trato de la casera y de su marido y la simpatía del chaval que tenían. Glaría aceptó. Para entonces ya no era Glaría IV, sino simplemente Glaría. El más joven de los cuatro llegó a ser el mejor de todos, triunfó en el Atlético y jugó en la selección, en la que hizo pareja con Zoco o alternó con él. Los dos jugaban de lo mismo: medio defensivo. Componer la media con ambos obligaba a uno de los dos (generalmente Glaría) a jugar más adelantado. La otra opción era sacrificar a uno de ellos y acompañar al otro con alguien más de ataque, tipo Aguirre, Paquito, Fusté o Pirri. Glaría completaría 20 partidos con la selección. Zoco, 25. Juntos jugaron ocho veces. Sin el otro, cada uno de ellos hubiera sumado bastantes internacionalidades más.
Así que rivales por sus clubes y rivales por un puesto en la selección, pero amigos por encima de todo. No compartían habitación, el piso era grande, pero sí un baño y un salón que les dejaban para ambos, donde tenían su tele propia y escuchaban música. Pasaban bastantes horas juntos, salían con frecuencia, estudiaban inglés por las tardes junto a Félix Ruiz, otro navarro que jugaba en el Madrid. El viernes, cada uno por su lado. Uno, tras el entrenamiento, dejaba el coche en el estadio y se iba a la concentración de la sierra: el Felipe II de El Escorial si era el Atleti, el Arcipreste de Hita, en Navacerrada, si hablamos del Madrid. El otro, de viaje a donde fuera, generalmente en coche-cama la noche del viernes. El lunes ya estaban otra vez juntos. O el domingo por la noche, si había habido partido de la máxima rivalidad, en cuyo caso el local se había hecho cargo del amigo-rival para el regreso del campo. Cuando el asunto trascendió, hasta les hicieron un reportaje con Pili y Mili, dos gemelas que hicieron pareja célebre en la época, en el cine y la canción. Tan unidos se les veía.
Eso duró hasta que Glaría se casó con Marta Bamala, una de las hijas de Luis Bamala, célebre promotor de boxeo y lucha libre (otra hija, María Antonia, se casó con San Román, portero del Atlético). Zoco se quedó solo hasta su matrimonio con María Ostiz, celebrada cantante de la época. Sólo entonces dejó a La Pasiega.
Eso duró hasta que Glaría se casó con Marta Bamala, una de las hijas de Luis Bamala, célebre promotor de boxeo y lucha libre (otra hija, María Antonia, se casó con San Román, portero del Atlético). Zoco se quedó solo hasta su matrimonio con María Ostiz, celebrada cantante de la época. Sólo entonces dejó a La Pasiega.
Glaría se marchó del Atlético tras nueve años para completar su carrera en el Espanyol. Se instaló en Barcelona, montó un negocio próspero, pero la desgracia se abatió sobre la familia: con 36 años y toda una vida por delante, un accidente de carretera en Esplugas de Francolí les costó la vida a él y a su hijo. Sobrevivió un sobrino que les acompañaba. Diez meses más tarde moría la esposa de Glaría, en el incendio del Corona de Aragón. Sobreviven dos hijas del matrimonio. Con cuatro y dos años, se quedaron solas. Las criaron su tía y su abuela.
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