Tiene brazos y biografía de mito. Lleva 25 debajo de una portería de balonmano, donde todavía se anticipa al futuro. Ganó casi todo lo que soñó y se niega a retirarse.
Su hija mayor, de 25 años, trabaja de enfermera y él continúa debajo de la portería. Pero esa es
parte de su biografía, carne de enciclopedia. Ha sido campeón del mundo, bronce
olímpico o plata europea. Un portero, en realidad, inacabable desde que empezó
en el Atlético en 1990. Suma 25 años J. J. Hombrados (Madrid, 1972) de
profesional que lo proponen para leyenda.
A
los 47 años, no se rinde ni amenaza con hacerlo. Pero después de tres
temporadas en Qatar y en Alemania decidió volver a España para fijar su
domicilio en Madrid. Quizá ya para toda la vida y, como siempre, seguirá
jugando al balonmano de lite. Hombrados compagina la portería con su primera aventura en el mundo laboral
en la empresa Soxna. Allí comparte lo que aprendió en todos estos años, en
los que se hizo adulto para siempre y casi nunca se dejó vencer. "El
deporte, más que un trabajo, es un estilo de vida".
Así que esto no se acaba, no se acaba
nunca.
No, no se acaba. El movimiento se
demuestra andando y todavía no soy una excepción. Hay un portero ruso que ha
durado hasta los 49 años. Y si uno sigue teniendo opciones, si me siguen dando
para elegir… ¿Por qué no?
¿25 años no fueron suficientes?
En 25 años cambian las motivaciones. Pero
tu cabeza se da cuenta de lo que significa estar aquí. Te recuerda a diario que
no sólo es entrenar o competir, sino que es la vida que te gusta y es tan
difícil de abandonar cuando tienes opciones, de Qatar, de Portugal, de Alemania,
te ofrecen, incluso, volver a España.
¿Tu cuerpo lo acepta como si nada?
Me recuerda los años y está claro que un
golpe tarda más en curar. Incluso, cuando llego a casa y veo la energía de los
niños a veces tengo que hacer tripas corazón, porque llego tan cansado y
necesito tanto descansar.
¿Y el cansancio no te pide otra vida?
No, porque me permite estar donde estoy,
me recuerda que ya no tengo la velocidad de antes, mis brazos no se mueven tan
rápido, pero a cambio leo la jugada 'antes de…' y ese segundo de anticipación…,
usted me hablaba antes de anticiparse al futuro y, aunque sea en décimas de
segundo, sí, tal vez puede ser eso.
¿Tu familia aprueba esta vida?
Claro que sí, y es clave, porque ellos
saben todo lo que me sucede. Hay gente que no se da cuenta de mis momentos
malos, pero ellos sí, inmediatamente. Son los que mejor me entienden. Pero
sobre todo han aprendido que mi vida es así y que la suya no puede ser de otra
manera.
¿Y eso de pensar siempre en uno mismo no
es egoísmo?
No, no, para nada.
¿Y entonces qué es?
A unos niños les toca una vida y a otros,
otra, depende la profesión de sus padres. Pero mis hijos han estado en Qatar
con siete años, han ido a Juegos Olímpicos, han pisado una Villa Olímpica, se
han hecho fotos con deportistas monumentales como Pau Gasol. Pero además es que
habría que preguntárselo a ellos, que ya tienen una edad, 11, 13 y 25 años, la
mayor.
¿Y tú se lo preguntaste?
Yo los veo a diario, veo sus ojos cada día,
pero, si hace falta, claro que se lo pregunto. Mi casa no es ninguna dictadura.
Al contrario. En casa lo hablamos todo y como el último año en el que nos
fuimos a Alemania y en un solo mes, en el mes de agosto, tuvimos que buscarles
colegio, hacerles matrícula, lo vimos claro: 'O nos vamos todos o no se va ninguno'.
¿Qué supuso volver ahora a España?
¿Volver para toda la vida?
He aprendido que mi vida forma parte de la
incertidumbre. Soy de los que piensan que se puede vivir bien en cualquier
parte. Buena gente la hay en todo el mundo. Pero a la edad de mis hijos podría
ser el momento de que encuentren una estabilidad aquí, en España, se hagan unos
amigos fijos.
Al final, triunfan los orígenes.
Pero no creo que sea este el caso, sino
que aquí se imponen las virtudes del deporte. Una vida como la mía sólo te la
permite el deporte, vivir en tantos sitios, participar en cuatro Juegos
OLímpicos, tener una agenda de contactos espectacular… Eso no son los orígenes,
sino el resultado de toda una vida.
Tenía pensado preguntarte si ya eres
un mito.
No te pases. Hay deportistas con una
importancia suprema y yo no pertenezco a ellos. Pero tuve la fortuna de que el
deporte no fue mi trabajo, sino mi estilo de vida. Por eso ahora que tengo 47 años estoy aquí. Hice los deberes y tengo la vida arreglada. He tenido esa
suerte. He vivido una época buena, pero eso no me impide olvidar que lo
complicado es seguir viviendo.
Ya encontraste tu sitio.
Bueno, pero eso sigue sin impedirme ver
que hay generaciones posteriores a la mía, tan meritorios como yo, que juegan
al balonmano por un salario normal. El 80% de los de ahora o trabajan o
estudian. También tengo compañeros, que llegaron a ser olímpicos, que están
pasando por situaciones económicas muy malas y, sin embargo, la gente no sabe
nada de eso.
La gente sabe más de Urdangarin. ¿Fuiste amigo suyo?
Desde que se casó con la Infanta, no volví
a tener relación con él. También es otra generación distinta a la mía, pero, si
le veo, le saludo.
Te he hecho una pregunta ingrata, que no te ha gustado.
No, no.. Y si es una pregunta ingrata, es
porque es duro ver a alguien que está en una situación difícil. Pero yo no
juzgo lo que no conozco. Al Iñaki que conocí, hasta que se casó con Cristina,
sí, y ése fue un hombre con el que compartí algo tan íntimo como el éxito o la
derrota. Pero después de eso, hay otra vida.
Vuelta a España. ¿Era complicado vivir en
Alemania?
Hay cosas que te dan envidia, el pedazo de
marketing que tenían los equipos de balonmano, los pabellones siempre llenos…
Pero Alemania también tiene sus pegas, los equipos no eran totalmente
profesionales, íbamos en autobús a todos sitios, una cosa a la que, al menos,
en mi época en España no estábamos acostumbrados…
¿Qué hay más importante que los premios en tu recorrido por el mundo?
Me he abierto como persona. He comprobado
que, efectivamente, el mundo es muy grande. No sólo conozco un estilo de vida.
Conozco más. El año anterior viví en Qatar y me demostró que es bueno ponerse
en el pellejo de la persona que tienes al lado.
¿Te pondrías hoy en la pìel en Casillas?
Hoy y muchos días antes de hoy. Claro que
sí, porque ha sido un desenlace duro, emotivo, no fácil. Pero supongo que la
vida a veces es así y claro que te hace pensar, ‘¿podría haberme sucedido a
mí?’ Pero creo que de todos los sitios nunca salí por la puerta de atrás y pasé
por tantos sitios…, pero, claro, yo nunca fui Casillas….
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