A MENOS INGRESOS, REDUCCIÓN DE PLANTILLA
Domingo de partido. Cualquier frontón del norte es una catedral de la pelota a mano, se va llenando poco a poco. Los
primeros en llegar son los corredores de apuestas, con su camisa azul tipo
guayabera con el logo de Aspe, una de las dos empresas que controlan la
modalidad más popular de la pelota vasca. La otra es Asegarce. Su empresario,
el televisivo cocinero Karlos Arguiñano, observa el partido en la última fila
de la grada. Los corredores no son bisoños, superan todos los 50 años, llevan
muchos años ligados al frontón y muchas veces son viejos apostadores que han
cambiado de bando. Se juegan su dinero y reconocen que la apuesta es "el
perejil" de la pelota; lo que la mantiene viva. "Sin apuestas no iría
nadie al frontón", confirman empresarios y apostadores.
El
frontón es lo más parecido a un lonja de pescado, una subasta en la que no se
ve el dinero, pero se oye
- En
Eibar, un apostador dejó una deuda de 158.000 euros en una tarde. La mitad la
pagó en vino; el resto, a plazos
- Por
mucho que uno mire no se ve ni un euro. Sólo papeles. El corredor tiene plena
libertad para aceptar o no
- Durante
la semana, los corredores se ponen el traje del 'cobrador del frac' para
intentar recuperar la deuda
MIKEL GOÑI EN EL ASTELENA DE EIBAR CON BUEN ESTILO |
ANTES UN GRAN NEGOCIO, AHORA MENOS
UN PARTIDO CUALQUIERA
"En el País Vasco, Rioja y Navarra siempre ha existido la palabra. Impera la palabra". Si en algún sitio perdura en estas regiones el viejo tópico del pelotazale como un hombre de honor es en el frontón. Benjamín Lazkano, con domicilio en Zizur Mayor (Navarra) es un hombre grande con una media sonrisa de desconfianza. Una hora antes de comenzar la función, se sienta en la última fila del frontón, abre los brazos y te hace sentir pequeño. Es un corredor y no quiere hablar de dinero. Tras mucho preguntar, dice que una apuesta de 10.000 euros es excepcional. Le hace poca gracia reconocer que se mueven importantes cantidades de dinero. Pero, en los grandes partidos, algunos apostadores llegan a jugar en una tarde 40.000 ó 50.000 euros. Los más, no pasan de 1.000 o 2.000 euros. Aceptar una pequeña o grande depende exclusivamente de la voluntad del corredor. "Con el tema de los euros, las apuestas se han disparado. Antes 5.000 duros era mucho y ahora 500 euros se juega muy fácil", asegura Manuel Proenza, una apostador habitual.
EL CORREDOR VA A PORCENTAJE
De entrada nadie quiere hablar de dinero o se hace a la baja. La
suspicacia es lógica porque la pelota a mano es un mundo que vive en cierta
forma de espaldas a la ley. Es difícil disfrutar "a gusto" de un buen
partido sin un buen puro. Es un recinto deportivo cerrado pero no pasa nada. Y un
buen puro tiene que ir inevitablemente acompañado de un trago largo. El bar
está abierto desde mucho antes de comenzar los partidos. Con las apuestas pasa
igual. El Gobierno vasco tiene un reglamento de mayo de 2005 que fija la máxima
traviesa (término que define cada apuesta en la jerga de la pelota) en 600
euros. Tampoco se cumple. Este domingo, un corredor ya ha ofrecido apuestas por
1.000 euros. Es conocido en el mundillo que el pasado agosto en el Galarreta de
San Sebastián un solo apostador perdió 100.000 euros en una tarde. También,
hace ahora un año, otro se jugó 150.000 euros en una función en el frontón Jai
Alai de Gernika y ganó. A principios de esta década, cuando todavía no se había
implantado el euro, un corredor cantó, a instancias de un jugador, una sola
traviesa de tres millones de pesetas a cinco millones.
UN PARTIDO CUALQUIERA
Hay algo más de media entrada. Continúa el goteo de
público. El programa ofrece tres partidos. Los protagonistas saltan a la cancha y
prueban las pelotas, los corredores se colocan entre la grada y la pista Empiezan a cantar las apuestas. Cualquiera que
entrara por vez primera en un frontón no entendería nada. Es lo más parecido a
una lonja de pescado, una subasta en la que no se ve dinero, pero se oye.
"En el País Vasco, Rioja y Navarra siempre ha existido la palabra. Impera la palabra". Si en algún sitio perdura en estas regiones el viejo tópico del pelotazale como un hombre de honor es en el frontón. Benjamín Lazkano, con domicilio en Zizur Mayor (Navarra) es un hombre grande con una media sonrisa de desconfianza. Una hora antes de comenzar la función, se sienta en la última fila del frontón, abre los brazos y te hace sentir pequeño. Es un corredor y no quiere hablar de dinero. Tras mucho preguntar, dice que una apuesta de 10.000 euros es excepcional. Le hace poca gracia reconocer que se mueven importantes cantidades de dinero. Pero, en los grandes partidos, algunos apostadores llegan a jugar en una tarde 40.000 ó 50.000 euros. Los más, no pasan de 1.000 o 2.000 euros. Aceptar una pequeña o grande depende exclusivamente de la voluntad del corredor. "Con el tema de los euros, las apuestas se han disparado. Antes 5.000 duros era mucho y ahora 500 euros se juega muy fácil", asegura Manuel Proenza, una apostador habitual.
"100 colorado". "100 azul". "100 a 80
colorado". Empieza el partido y los corredores cantan sus apuestas. Lo
primero que llama la atención es que, en la época de las nuevas tecnologías,
van armados con un talonario, un bolígrafo y una pelota de tenis, con un
agujero donde introducen la papeleta con la cantidad apostada. Las bolas
amarillas realizan viajes de ida y vuelta entre la grada y los corredores. La
máxima naturalidad para un mecanismo complejo. El corredor se lleva la mano a la
cabeza, baja la barbilla en signo afirmativo, apunta y lanza la bola rellena de
papel con una precisión envidiable. Al poco la pelota vuelve a sus manos.
"Cuando apuestas al azul te tocas el brazo y si es al colorado la cabeza.
Es una tradición que viene de la época del Jai Alai de San Sebastián cuando los
corredores llevaban chaqueta azul y boina roja", asegura Lazkano. Antaño,
los jugadores iban de blanco con una faja azul o roja que les diferenciaba.
Ahora el color va en la camiseta acompañado por la
publicidad.
Por mucho que se mire no se ve un solo euro. Sólo papeles. El
corredor tiene plena libertad para aceptar o no. El núcleo duro de apostadores,
los que más juegan, son siempre los mismos. Van de un frontón a otro. Los mejores
del circuito están en Eibar, Tolosa, Logroño, San Sebastián, Pamplona o Vitoria. "No
vienes con el dinero contante. Conoces y apuestas. Cuando te dan para jugar es
porque existe la confianza", dice Proenza, un asiduo del Astelena, que
reside en Durango, a diez kilómetros. Como todo jugador, sabe, y lo admite, que
a largo plazo siempre se pierde.
EL CORREDOR VA A PORCENTAJE
"El corredor hace de intermediario entre apostantes. Es cosa
suya coger o no una apuesta. Nosotros no nos metemos. Sólo cobramos un
porcentaje", asegura el responsable de Aspe, Fernando Vidarte. Los
corredores son autónomos que trabajan en el frontón con permiso y bajo la
tutela de la empresa que organiza el evento, Aspe o Asegarce, las dos compañías
que prácticamente acaparan la pelota a mano profesional. De todas las traviesas
que corren, la empresa se queda un 9% y los corredores un 7%. Y éstos, cobren o
no de los que han perdido, tienen que hacer frente a su deuda con los
apostantes ganadores y con la empresa. "Tenemos que tener un fondo de
negocio. Siempre tienes deudas. Un viejo corredor de Azpeitia solía decir: Si
se cobrase y se pagase todo, no estaríamos nosotros. Estarían los
jesuitas", señala Benjamín Lazkano.
Según va pasando la tarde el ambiente en el frontón está cada vez
más cargado. Los corredores solamente se dan la vuelta y miran a la pista
cuando el público rompe a aplaudir un buen tanto, pero ni lo ven."Ahí
no hay apuestas", apostilla Lazkano. Muchas veces son viejos apostadores
que han hecho de su afición un complemento a su trabajo o un oficio. Siempre
arrastran deudas, morosos a los que perseguir, o impagos definitivos.
"Muchos jóvenes que apuestan poco se van en las fiestas sin pagar o se
ponen en dos puntos diferentes del frontón y la mitad apuesta a un color y la
otra mitad a otro. El que gana cobra y el que pierde se escapa", apostilla
Javier Uriona, otro corredor de Aspe.
"Damos espectáculo. Somos el perejil de la salsa. La
idiosincrasia del pueblo es ésta. No hay que adelantar dinero y puedes cambiar
de color durante el partido", señala Lazkano. La mecánica de las apuestas
es compleja. A la par, a la baja. Uno tiene que acudir varias veces al frontón
y tener un buen asesor para enterarse. Si el corredor canta 100 colorado,
significa que ya tiene un apostador que quiere jugar esa cantidad (100 euros) a
favor de los pelotaris colorados y que busca otro para los azules también por
100 euros. El tema se complica cuando hay una pareja favorita para los
apostadores o existen diferencias en el marcador y se cantan 100 a 80 ó 100 a
60. Es cuando el experto debe esmerarse en explicarlo al aficionado novel: la
cantidad que se canta primero es la que el apostante va a perder si su pareja
sale derrotada. O sea, 100 a 80 colorado, significa que puedes ganar 80 euros
(menos el 16% de la empresa y el corredor) y perder 100 euros (esta cantidad sí
integra) y, en la otra parte, 80 a 100 azul se traduce en ganar los 100 euros y
perder 80.
Uno puede hacer tantas traviesas como quieran admitirle los
corredores. Incluso puede apostar primero por los colorados y luego por los azules.
Así, se cubre y puede suavizar la pérdida si ve que el partido juega en su
contra. Las apuestas están abiertas todo el tiempo. Hoy no es el caso pero en
partidos igualados, los propios pelotaris suelen tener que esperar unos minutos
en disputar los últimos tantos para que los corredores tramiten el sinfín de
apuestas. Entonces sí que el aficionado novel no comprende nada.
Cobrar para los corredores no siempre es fácil. Tienen que
perseguir al moroso. Muchas veces, para recuperar deudas, los corredores tienen
que volver a "dar traviesas" a gente que les debe dinero. Si el
moroso gana, cobran; si pierden, aumenta la deuda. Hay corredores que tienen
pendiente de cobro cerca de 300.000 euros, pero siguen. A la larga les
compensa. Hace un par de años en Eibar un solo apostador dejó a varios
corredores una deuda de 158.000 euros en una tarde. La mitad la pagó en especie
(en cajas de vinos) y el resto como pudo, a plazos. Los hay también que han
tenido que vender su segunda vivienda para hacer frente a una deuda y los que
ocultan el resultado de sus apuestas a las familias.
"La papeleta no tiene ningún valor", reconoce Félix
Urrutia, un pequeño apostador que se juega entre 300 y 500 euros por tarde.
"Es un vicio como cualquier otro. Si no lo controlas, se te va de las
manos". El papelito que intercambian corredor y apostador no puede ser
utilizado como garantía de una deuda. Otra vez entra en juego la confianza.
El Gobierno vasco, que define como "tradicional" este
sistema de apuestas, sólo permite cruzar apuestas "entre los asistentes al
evento". De nuevo, papel mojado. La tecnología ha llegado a la pelota y
entre el escaso instrumental de los corredores destaca el teléfono móvil.
"Siempre con aficionados de confianza" algunos corredores cruzan
apuestas de espectadores en el frontón con otros que siguen el partido por la
televisión. Hay intermediarios que de forma regular contestan llamadas de sus
móviles y casan traviesas.
"Si no estuviéramos nosotros vendría el 10% de público",
dice Lazkano. En el frontón normalmente hay siete corredores que se mueven con naturalidad
en el caos. El frontón no logra habitualmente un lleno absoluto, pero hay movimiento en
la barra del bar y en la grada. Conocer los ingresos en un partido es una
incógnita. Lo que queda de cada traviesa sólo lo saben los empresarios y los
corredores. El precio de un partido puede oscilar, en función de su relevancia
de 20 a 120 euros. Las grandes finales son las que dejan una taquilla de lujo y
mueven más apuestas.
Empresarios y corredores cierran filas a la hora de revelar sus
cuentas. A los intermediarios no les gusta hablar de dinero porque como
autónomos declaran a Hacienda en módulos y no quieren que nadie piense que
ganan más de lo que se les supone. La empresa también es hermética. Vidarte
insiste en que la taquilla es el primer ingreso y las apuestas, el segundo,
aunque reconoce que sin éstas los frontones estarían vacíos. "No es oro
todo lo que reluce", asegura con cierto nerviosismo. Aspe cuenta con unas 50 personas en nómina y "a fin de año queda algo". Los pelotaris cobran un tanto por ficha y otro
partido.Terminan los partidos y se
cierran las apuestas. Los corredores pagan, cobran parte y otra la aplazan.
Llegan a casa con menos dinero del que salieron, pero entre semana esperan
recuperarse. "Los apostadores no salen sin cobrar, pero sin pagar salen
muchos", asegura Uriona. Muchas veces han pensado que cobraban y no lo han
hecho. Les han dado cheques sin fondos. Durante la semana los corredores se
quitan la guayabera y se ponen el traje del cobrador del frac. Visitan pueblos,
hacen llamadas e intentan recuperar lo que les deben. A la larga, les sale
rentable. Debe ser así porque en caso contrario no seguirían en el oficio.
El
entendimiento del sistema de apuestas en la Pelota puede resultar un tanto
dificultoso para toda aquella persona que acuda por primera vez al frontón
para ver un partido en el que toman parte pelotaris profesionales, pero una
vez observado su funcionamiento no esconde ningún secreto. El objetivo final de la apuesta tradicional es acertar el vencedor del partido,
el color del gerriko que viste el pelotari o pareja ganadora: AZUL o ROJO
(colorado). La figura encargada de realizar las apuestas es el CORREDOR. Se sitúa
frente al público, de espaldas al partido, y su función básica es la de
cruzar una apuesta ofertada por un espectador con la de otro.
Una vez que el corredor ha conseguido igualar dos apuestas, enfrentando las jugadas de 2 espectadores, lanza en una pelota hueca de tenis a cada uno de ellos y a modo de justificante la correspondiente papeleta, también llamadaTRAVIESA, en la que vienen reflejadas varios datos: el color por el que se juega, la cantidad a arriesgar (en el lado izquierdo), lo que se puede ganar (al lado derecho), y el número identificativo de cada corredor con su nº de postura expedida, para que en caso de que resulte extraviada la consiga localizar cotejándola con la matriz señalada que se guarda. |
Al finalizar el partido o festival, la labor
del corredor consiste liquidar todas las apuestas a sus clientes, cobrándoles
las que hayan resultado perdedoras para pagar así a las ganadoras, a las que
se les descontará un CORRETAJE o porcentaje de intermediación.
Si no hay favoritos claros en un partido, el
dinero saldrá a la par, es decir, 100 contra 100. Pero si existen más
apostantes que se decantan por un equipo que por el otro, en el 0-0 estarán
dispuestos a coger una apuesta con MOMIO,
por ej. 100 contra 80. Este momio variará en el transcurso de todo del
partido, con cada tanto que se produzca, disminuyendo escaladamente cuanto
más diferencia exista en el marcador y más bruscamente cuando un equipo se
acerque al final. Una de las cosas más difíciles de entender en el frontón es la forma de CANTAR de los corredores. Cuando se canta
una única cantidad, es sencillo. Si dicen 100 azul, el espectador que le para
la apuesta jugaría 100 € por el color contrario, el rojo. Pero cuando un
corredor canta 100 a 70, es que está buscando a un apostante que dé de abajo
70 para ganar 100. Si por el contrario canta 50 a 100, es que ya tiene quién
dé el dinero de abajo y está buscando el parador de arriba, el que exponga
100 € para ganar 50 €.
En el caso de suspensión de un partido, si el marcador
reflejase un empate se anularían todas las apuestas. Asimismo, si se realiza
una apuesta y acto seguido se suspende, tampoco tendrá validez, se debe
disputar al menos un tanto. Cuando exista una diferencia en el marcador, por
mínima que sea, se darán por ganadoras las posturas del color que vaya
delante en el partido en ese momento, independientemente del pelotari que se
haya retirado.
Dichas apuestas se liquidarán en base a un PRORRATEO que se calcula con la siguiente
fórmula: DIFERENCIA DE TANTOS ENTRE AMBOS EQUIPOS x 100, dividido entre lo
que le falta al EQUIPO QUE VA PERDIENDO HASTA EL MARCADOR FINAL. Pongamos
como caso que un partido se suspende cuando va ganando el azul 30-35 a 40
tantos. Pues bien, las apuestas se liquidarán al 50 %, porcentaje obtenido de
la siguiente forma: [(35-30)x100 / (40-30)]. Tendrían que pagar en este caso
los colorados la mitad de lo que lleven apostado (aunque se haya retirado el
azul) y cobrarían los azules, también la mitad, pero aplicándoles igualmente
como es habitual el corretaje del frontón.
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