lunes, 4 de mayo de 2015

LA MATRONA DE MIGUEL INDURÁIN ESTÁ EN UNA RESIDENCIA DE SAN ADRIÁN

La fotografía es una obra de arte de la alsasuarra Ana Vilches

ARACELI IZAL, 97 AÑOS CAMINO DE LOS 100

Nació en Aranguiz (Álava) en el año 1918 y presume de una gran memoria a sus 97 años. Uno de los recuerdos que atesora de su larga vida data del 16 de julio de 1964 en que ayudó a dar a luz a un niño que tiempo más tarde se convirtió en una leyenda del ciclismo mundial: Miguel Induráin.
Ser la matrona de Miguel Induráin queda casi como una anécdota  si prestamos atención al relato vital de Araceli Izal.
Conoció a su marido a los 50 años, la edad que tiene ahora Miguel Induráin. Asistió a talleres de corte y confección  y cantó en el coro de la iglesia con sus hermanos, que eran diez.  Está en la Residencia para Mayores de San Adrián desde hace cinco años. En el centro asistencial, que yo suelo visitar porque tengo temporalmente allí a mi hermano Miguel, La nonagenaria Araceli sigue leyendo, hace punto, pasea... porque quiere llegar a los 100 años, por lo menos.



RECORDANDO AL GRAN INDURÁIN

A Miguel le bastaron cinco años de gloria para pasar a la historia como un deportista de élite. Pero hay que tener en cuenta que junto a sus cualidades innatas lo consiguió todo a base de mucho trabajo, esfuerzo y paciencia. Tengo una buena relación con el ciclista villavés lo mismo que con su Director José Miguel Echávarri con quien saqué el carnet de Director de Ciclismo en la misma promoción con tema de examen "Los Abanicos", en los tiempos del Reynols de donde salió Eusebio Unzué cuando mi cuñado Miguel Mª Errea se proclamó campeón navarro de juveniles y yo seguía todas las carreras.
He hablado con todos ellos y he llegado a la conclusión de que Miguel iba para simple clasicómano y se convirtió en ganador de las grandes vueltas por su clarividencia en la carretera. A él sólo había que informarle, Miguel luego tomaba las decisiones en cada momento. Hasta se convirtió en un buen escalador con su enorme estampa física.

¿POR QUÉ NO CONSIGUIÓ UN SEXTO TOUR?



¿Podía haber alcanzado un sexto Tour? Y un séptimo si le hubiera dejado los galones de líder  Perico Delgado en 1988.  Fue entonces cuando habría dado un giro en su vida por su forma, suerte y su salud.  Banesto, que tomó el relevo de Reynolds fue también decisivo. El traspaso de poderes en 1990, por fin,  de Perico a Miguel fue una transición natural por esperada,  pues el ahora comentarista de la televisión notaba ya el aliento de Miguel  en la nuca y, como el segoviano era muy inteligente, vio que en la montaña andaba bien y en las contrarreloj se imponía con autoridad, le dejó paso. 
El primer aviso lo dio en Alencon donde le sacó 8 segundos al californiano Greg LeMond y una minutada al resto. Luego vino Val Louron. Los directores le ponían al corriente de cómo iba la carrera, Miguel decidía cuándo atacar.




EN EL MÍTICO TOURMALET CON CHIAPIUCCI

Cuando todos se quedaron sin fuerzas, incluido el italiano Claudio Chiapucci, subiendo el rompepiernas Tourmalet, Miguel, que iba fresco atacó en la bajada. En cuatro años hizo doblete de las tres grandes rondas. Todos iban contra el navarro y él nunca perdía la calma, siempre a su ritmo. 
A Miguel se le ha valorado por ser un tipo normal, aquí y fuera de aquí. Los actuales, caso de Contador, no tienen el carisma que tenía Induràin. ¿Será porque entonces no existía la competencia de un Nadal, Alonso, Messi o Ronaldo...? Lo cierto es que su personalidad caló hondo en la afición, que le seguía con pasión.




CON ECHÁVARRI NO HUBO FINAL FELIZ

A los dos les he propuesto escribir sus memorias. Los dos han excusado hacerlo, tal vez porque tendrían que dar a conocer historias que no conocemos y que abrirían alguna vieja herida mal cerrada, por la que las relaciones entre el Director Técnico de Abárzuza y el mejor ciclista español de todos los tiempos, de Villava, terminaron frías, distantes, de respeto pero sin cordialidad. A Echávarri le da mucha pena pero las cosas son así y así hay que aceptarlas, dice. El otro día se me acercó Miguel junto con su hermano Pruden al órgano que estaba tocando yo en un funeral en Mutilva y me saludó todo cariñoso, cosa que agradecí.  A Miguel daba gusto verle paseando por Pamplona en bicicleta. Cualquiera a su lado se siente pequeño. Es lo que piensa también José Miguel Echávarri y por eso dice "quizás no haya estado a su altura"...

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