OBITUARIO
Los hijos de Roque me piden que describa sencilla y
llanamente el perfil del amigo fallecido el miércoles día 11 “por el inmenso cariño que le tenías”
(José Antonio) y “por lo mucho que te
quería“ (Loli).
Es como si me encargan pintar un cuadro sin colores vivos,
con tonos grises de un paisaje luminoso. Lo mismo le pidieron al celebrante en
el funeral “una homilía sin alabos ni
epítetos, como a él le gustaba”.
Roque Álvarez Lemos nació en Pitres (Granada) hace 83 años.
Su padre Eugenio les enseñó a tocar instrumentos de cuerda a lo cuatro hijos y
daban conciertos en las fiestas lo
pueblos. .A los 20 años fue destinado a cumplir el servicio militar al Frente
de San Cristóbal en Pamplona y aquí se quedó.
A los 25 años contrajo matrimonio con la pamplonesa Elvira Urriza, que falleció hace 17 años. Lo
últimos doce años los pasó en compañía de
“La Seve”, que fue como un ángel en su camino. Con Elvira tuvo cuatro hijos: Loli, Teresa, José
Antonio y Yolanda; seis nietos: Izaskun, Olga, Jorge, Alicia, Celia y Adrián; y un
biznieto: Íker.
Trabajó hasta la jubilación siempre en Fuerzas Eléctricas y
poco antes, hace ahora 30 años, compró una huerta en Esquíroz de la que
abastecía a toda la familia puerta a puerta, presumiendo de sus cultivos que le
hicieron exclamar a su médico de cabecera “no
he comido mejores tomates en mi vida...”
Para confeccionar esta crónica me habría bastado poner el
magnetófono a la entrada del tanatorio y recoger la impresiones de cuantos le
conocieron. Porque por allí pasaron componentes de todas las rondallas en que
participó: Yoar, El Salvador, Jus la Rocha, Auroros de Santa Maria, Carabela,
Solidarios, Armonía...Las frases más repetidas eran éstas: “un hombre generoso, humilde, que sabía sufrir en silencio llegando a
veces con lágrimas en los ojos del trabajo pero que nunca le habían oído hablar
mal de nadie, que era una de las mejores personas que habían conocido en la
empresa, que lo daba todo y por eso tenía
muchos amigos” . La llegada del biznieto Ïker fue la culminación de su
andadura humana, le hizo muy feliz. En el tanatorio a su dos añicos se coló
hasta la habitación donde reposaban los restos del bisabuelo, Íker lo vio y
salió haciendo gestos de que estaba dormidico al tiempo que le mandaba besitos
para que jugara con él...
Quien ama la música ama la vida. Para Roque fue su vocación.
Por Santa Cecilia se le acercó un cámara de televisión que no se creía que
sabia tocar todos los instrumentos de cuerda y le pidió que hiciera una
demostración de bandurria, laúd, guitarra, mandolina y violín. Sin papeles fue
desgranando pasodobles de Turrillas, de Isaac Albéniz (su “Granada” favorita), “El
Sitio de Zaragoza” que duraba 12 minutos sin un solo error de
digitación...Roque era un hombre orquesta. La música fue la forma de entender la vida a su aire, aprendiendo
el lenguaje musical (el solfeo) a lo 60
años porque para entonces estaba harto de tocarles bellas melodías a sus
canarios en la Chantrea donde vivía.. Hasta que le llegó la hora de la verdad,
expresión taurina, fue un enamorado de la música de verdad, de la música de
plectro (pulso y púa). Su cuerpo hasta última hora fue el mejor instrumento con
sus expresivos ojos picarones, con la magia de sus dedos para los arpegios, su
apretar los dientes sin rechistar nunca, su voz cadenciosa, sus silencios
elocuentes para mostrar que no estaba de acuerdo, su asistencia a los ensayos
como si de un concierto se tratara, la sinfonía de amor a la familia...
Por eso tiene tres nietos que van para figuras con el
violín, el violoncello y la viola. Uno de ellos, Jorge, interpretó en el
funeral “El canto de los pájaros”
de Pau Casals, que arrancó sentidos
aplausos.
Tampoco faltó en la ceremonia la voz de los Auroros y la
jota brava de Rafael González, mimbro de
la Rondalla Armonía que decía así: “De
los que se hacen querer/siempre fuiste un buen amigo/hoy Roque te
recordamos/pues tenerte fue un placer”.
La casa de Roque bien podía calificarse de una sucursal de “Casa Arilla” por la cantidad de
instrumentos que tenia, incluido el acordeón, que también tocaba.
De Cádiz y Almería le han pedido estos días la Mazurca y el
Villancico que llevan su nombre porque él trajo sus melodías de La Alpujarra,
que luego el músico Joaquín Saro armonizó.
Sus último tres meses han sido un sufrir callado para no molestar. Tenía un aire a lo Nelson
Mandela por su pelo blanco rizado y talante pacífico, pues también Roque fue un
luchador nato, entregado a la familia y a los vecinos del barrio, que cuentan
que daba gusto hablar con él por su carácter noble y campechano.
Las vibraciones de la música provocan nostalgias y cuando
oigamos sus poéticos sones nos traerán muchos recuerdos. El vibrar de la
cuerdas hoy nos produce dolor porque se nos ha ido un ser querido.
Termino este perfil de tono discreto y gris como era deseo
de la familia con las palabras de la nieta mayor Izaskun en su último adiós: ”¡Oh, música! Tú nos has enseñado a ver
con nuestros oídos y oír con nuestros
corazones. Querido abuelo Roque: tú no te has ido porque vives en la música y
la música es eterna”.
Ángel IndaLA HIJA LOLI PONE SU FIRMA AL MEMORANDUM
Ángel:
De nuevo agradecerte todas las molestias que te estás tomando por el papá. Seguro que él estará viéndote y pensando que no se merece quitarte tanto tiempo. Dirá: "¡ay, Ángel, Ángel, que a mí no me hace falta que digas tantas cosas...!". Pero en el fondo estará encantado de ver cómo le quería la gente y en especial tú.
Nos ha encantado cómo ha quedado el cuadro con las pinceladas que has recogido.
Repito, Ángel, gracias por todo y cuenta con nosotros para lo que necesites. Siempre tendremos una deuda pendiente contigo.
Un fuerte abrazo,
Loli Álvarez Urriza
Querida familia, que ya soy un poco vuestro también. Gracias por acogerme con tanto cariño. Seguiremos hablando pues hemos de hacer un bonito "Memorial de Pulso y Púa", que lleve su nombre, como os dije, en la primavera, que está a la vuelta de la esquina...
Un fuerte abrazo,
Ángel Inda
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