Este año, con el ascenso, el chupinazo se ha adelantado a junio. Y la
etiqueta de entrenador de urgencia ya se empieza a pudrir en el recuerdo. Pudo
trabajar con el equipo desde el principio. Ha podido tener un proyecto y ha
cumplido.
Martín afronta esta conversación en casa, lejos del ruido. Asegura que
el coaching y
la meditación le han enseñado a disfrutar del trayecto, sin que la obsesión por
la meta se lo impida. Con una voz casi acostumbrada a la afonía, se muestra
sincero y bucea en su cajón de sastre con el corazón en la mano. El balón y la
grabadora echan a rodar. Una condición: prohibido hablar de fútbol.
¿Cuál ha
sido la magia de 'La bruja de Campanas'?
Tenía ilusión por verme en un banquillo, inmerso en un proyecto a
largo plazo, tras haberme formado a través del coaching.
Llegué con una idea: ayudar a mis jugadores a que sacaran el talento que
llevaban en la mochila. Las personas somos completas, creativas y estamos
llenas de recursos, pero a veces necesitamos un capote para poner en práctica
todo el potencial que tenemos. Ha sido una experiencia brutal. Al margen de
haber llegado a la meta, me quedo con el trayecto.
El ascenso
ha adelantado el chupinazo en Pamplona.
Es la imagen de una ilusión. El año pasado en Sabadell –Osasuna no
bajó a Segunda B de milagro tras marcar un gol en el último minuto– mi
compromiso fue hacer perdurar aquella ilusión en el tiempo, que no fuera flor
de un día. No quería que tras cuatro o cinco partidos se dijera aquello de ‘ya
estamos igual’. Quise mantener en el carro a toda la hinchada hasta el final.
Siento una satisfacción tan grande… Dios nos ha premiado con la explosión de
esa gente. Me emociono cuando pienso en la cantidad de niños y mayores que han
vibrado esta temporada. Ha supuesto un chute emocional para Navarra.
En la 96/97,
Osasuna estaba muerto y casi en Segunda B a falta de cinco partidos. Ganó
cuatro y le sobró el quinto. El año pasado, regresó al banquillo navarro en una
situación parecida. Volvió a revivir al equipo. Y ahora un ascenso, el tercer
milagro de Martín. ¿Qué lo diferencia de los dos primeros?
El primero me pilla más joven, pero con un convencimiento brutal en mi
gente. Todos menos Bolo eran de casa. Jugamos cuatro partidos muy intensos, con
esa ilusión que sólo aporta el sentimiento de pertenencia a un escudo. El del
año pasado no fue tan complicado. Estábamos empatados a puntos con el cuarto
por la cola. Fue una experiencia bonita porque en el grupo había gente muy
distinta, unos jóvenes, otros mayores, muy poco tiempo para trabajar... En ese
momento entendí que los chavales de la cantera no tenían la fuerza suficiente
para tirar del carro. En cambio, esta última temporada, al poder currar desde
el principio, ha habido más oportunidades para los de casa. Además, yo lo veo
así. Confío en ello. Soy uno de los últimos románticos de la cantera. Un
sentimiento mamado desde crío es un valor difícil de igualar.
En lo
personal también habrá sido importante. Esta vez usted no ha sido un cirujano
de urgencia. Ha podido tratar el vestuario desde el principio y tener un plan,
un proyecto.
Es cierto. Tenía esa etiqueta de ‘entrenador de urgencia’. Pero cuando
partí otra vez en este viaje, lo hice con el pensamiento de verme. Fue
curiosidad, no trabajé con la intención de mejorar o cambiar el pasado. En
ningún momento pensé en demostrar algo a alguien. El coaching me
ha enseñado a ver la vida de otra manera.
¿A qué se
refiere?
Este último trayecto me ha demostrado que existen caminos distintos a
los que un día elegí. Antes no conocía otros. Ahora he podido poner en práctica
una serie de herramientas. Y fíjate: ‘¡No me he desgastado ni una cuarta parte
de lo que me desgastaba!’. He podido disfrutar del camino, y no solo al llegar
a la meta.
¿Qué es eso
de “disfrutar del camino”?
Te pongo un ejemplo. Hace no mucho estuve de viaje en Tailandia.
Recorríamos la selva, una excursión de cuarenta minutos. Iba con el guía a la
cabeza y llegamos los primeros. Al cabo de unos minutos, apareció otro guía con
un ramo de flores maravilloso. Nos dijo: ‘Habéis ido demasiado rápido, no
habéis visto las flores que había por el camino’. Y yo pensé: ‘He ido por el
mismo sitio que él y no he visto ni una flor’. Ahora he podido ver las flores.
Claro que mi objetivo era ganar cada partido, pero caminando de otra manera.
Hace
continuas referencias al coaching. En otras
ocasiones también ha mencionado la meditación. ¿Qué es eso que ha aprendido que
tanto le sirve?
En 2008 entrenaba al Promesas –equipo filial de Osasuna– y me cesaron
porque mi forma de comunicar quizá fuera demasiado dictatorial. No tenía cabida
en un grupo tan joven. Así lo vio Ángel Martín González –director deportivo del
club navarro entonces–, que era mi amigo, lo es, y lo seguirá siendo siempre.
Me di cuenta de que se me había acabado la gasolina. Me hice una pregunta:
‘¿Quieres seguir entrenando?’. Dije que sí, así que busqué nuevas herramientas.
Y entonces
llegó el coaching.
El colegio navarro de entrenadores anunció un curso de coaching que
se desarrollaba en Madrid. Seis meses, todos los lunes. No era fácil, pero le
di una vuelta y me animé. Seguía trabajando con la cantera de Osasuna en
Tajonar. Entonces, ponía en práctica con grupos de chavales lo que iba
aprendiendo. Hay una frase que no olvido. Me salió de dentro en una de las últimas
dinámicas del curso: ‘Vine buscando herramientas para mi vida profesional y me
llevo un gran tesoro para mi vida personal’. He evolucionado tanto… Siento las
cosas con más profundidad que antes.
¿Qué le
aportó esta formación de cara a trabajar en un vestuario?
Bueno, ahora puedo comunicarme igualmente con un chico de seis u
ochenta años. También me dio fuerza para empatizar con las personas. La escucha
es la más brutal de las herramientas. La descubrí con cincuenta años. No me
ruboriza decirlo, todo lo contrario, estoy orgulloso de ello. No dejamos de
aprender hasta que nos vamos. Ahora, por ejemplo, estoy contigo, en esta
conversación, al 100%. No te puedes ni imaginar la satisfacción que esto supone
cuando hablas con un jugador, cuando se da cuenta de que le estás escuchando.
A pesar de
esa meditación, sigue siendo carne de pantalla. Es uno de los entrenadores más
mediáticos del país. Sus gritos, sus carreras por la banda, sus gestos…
Me sale de forma natural. Y eso que todavía estoy aprendiendo a
controlar mis emociones en el campo. Lo peor son los últimos quince minutos del
partido. Sigo mejorando y lo he hecho sobremanera en relación a lo que un día
fui. Pero uno no debe perder su esencia, siempre y cuando se respete al árbitro
y al contrario. Creo que lo que fluye solo es lo más bonito.
Desinhibirse y disfrutar con respeto.
Desinhibirse y disfrutar con respeto.
¡Eso es! Pongamos un ejemplo. Vas a una boda. Estás animado, pero no
te atreves a salir a la pista a bailar. Te tomas un cubata y te lo piensas. Con
el segundo ya te mueves. Y con el tercero te lanzas a la pista y te da igual.
Respetas, vas a tu rollo, bailas e igual incluso ligas. Hablo de eso, de estar
en el campo disfrutando, en cierto modo desinhibido, pero con control. Ésa es
mi película. Me muestro, me lanzo a la pista y me es igual.
Muchos dicen
que el fútbol es el opio del pueblo, aquello que nos distrae los domingos y
sofoca nuestros malos ratos. Pero, ¿qué tiene de trascendente?
El fútbol es un sentimiento. La gente se identifica con los valores de
un escudo. Existe un componente de fidelidad, a veces excesivo. El balón enseña
mucho: solidaridad, compromiso, entrega y esfuerzo. Todo ello se puede extraer
para la vida personal. Creo que todo va ligado también a la tierra a la que uno
pertenece. No olvidaré nunca cuando entrenaba al Xerez y ganamos al Cádiz. En
Osasuna quedan reflejados muchos valores de nuestra tierra: somos cabezones,
constantes, legales… Aquí si te das la mano con alguien, no hacen falta
papeles. Hombre, siempre existen las excepciones, como en todo el mundo.
Esos valores
ahora van a poder transmitirlos en Primera.
Tenemos una gran fortuna entre manos. Lo que hagamos tendrá
repercusión a nivel nacional e internacional. Debemos comprometernos a ser
nosotros. Solidaridad, sentimiento, pertenencia… Lo que hemos hecho este año.
No hemos tenido ningún follón con nuestra hinchada. Estoy deseando que empiece
la temporada.
¿Por qué el fútbol puede hacer feliz a una
persona?
A mí me hace feliz porque veo feliz a la gente. Veo a
niños de cinco años con la talla más pequeña de la camiseta de Osasuna, a
señores de setenta vestidos de rojo en la grada. El otro día me dijo un señor
ya algo mayor: 'Joder, el otro día fui al campo con la camiseta del equipo.
Siempre había ido de traje. Nunca pensé que podía hacer algo así'. Sale de
dentro. No quiero focalizar demasiado en Osasuna. Todos los equipos poseen su
identidad. Nosotros somos Osasuna, da igual de derechas, que de izquierdas o de
centro. Supongo que ocurrirá lo mismo en el resto de vestuarios
.¿Cuál es su sueño?
No te lo vas a creer, pero estos días he tenido la sensación de que esta
pregunta me estaba rondando. Me he contestado: ‘Sigamos construyendo ilusión la
próxima temporada, alarguémosla hasta el final’. Cuando cantamos aquello de
‘somos un equipo’ lo extiendo a jugadores, cuerpo técnico, aficionados,
periodistas… Me encantaría que ese bloque se mantuviera, independientemente de
los resultados. Ser un bloque es lo que nos ha traído hasta aquí. No me atrevo
a poner techo a esta plantilla. No pienso en la permanencia. Es simplemente
curiosidad. A ver dónde llegamos.
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