domingo, 10 de diciembre de 2017

DIEGO MARTÍNEZ SE EQUIVOCA DE NUEVO


Se trataba un partido de fútbol norteño, en medio del temporal y el barro pero, a diferencia del Oviedo, el equipo de Diego Martínez salió a ejecutar fútbol de salón y así le fue. Tercera derrota consecutiva.
Para ganar hay que querer ganar. Buscar el triunfo. Hay que plantear estrategias y adecuar los efectivos. La victoria no llega por arte de magia. Hay que pelearla con decisión. Es preciso luchar por ella. Cuesta entender que Osasuna lo intentara en el Carlos Tartiere, cuando ni siquiera disparó entre los tres palos en todo el partido. El portero asturiano no se estrenó. Un fiasco más del técnico Diego Martínez, más si cabe cuando resulta imposible explicarse a qué salió a jugar. Tiró por la borda toda la primera parte, sin proponer nada en ella, sin reaccionar al gol en contra, y reaccionó en la segunda buscando empuje pero sin tampoco acertar a crear mínimo peligro.
Dicen que Diego Martínez trabaja como nadie, que se encierra horas y horas en su despacho, que analiza todo, que no deja nada a la improvisación, que no hay contrario que se le resista en la pizarra, que tiene previsto cuanto pueda suceder minuto a minuto o lo que cada jugador contrario es capaz de realizar. Sin embargo, cuesta entender que tras tan sesudo trabajo siempre haga lo mismo. Las mismas personas y similares planteamientos. Siempre con un once reconocible, con los mismos futbolistas, con la orden de defender a toda costa y a ver qué sucede después. En Oviedo volvió a pagarlo caro. Quizás cuente también que ya le conocen demasiado y no plantea alternativas. O no las tiene.
El equipo de Anquela salió en tromba, como los indios, ocupando en unos segundos todo el campo, a la desbandada, mientras que los de Diego Martínez lo hicieron al paso, con estudiado orden táctico. Los primeros dispusieron de un penalti a los cinco minutos y marcaron a los diez, mientras que los segundos no cruzaron el medio campo hasta el quince. La lista comparativa podría alargarse hasta el infinito para llegar a la conclusión de que los carballones salieron a luchar como gladiadores sobre un terreno impracticable, mientras que los rojos quisieron ejecutar fútbol de salón, de regate y pase en corto, sin ninguna posibilidad de hacerlo. Hasta la segunda parte no se enteraron de qué iba la feria.
La culpa recae en Diego Martínez que alineó medio equipo de tocones donde resultaba imposible el tuya-mía: Mérida, Torres, Quique, David y Coris. Lo pagó caro, y tuvo que rectificar cargando culpas sobre Clerc  tras el gol asturiano, para sacar a Xisco – a quien el guión del partido pedía a gritos- a costa de recolocar a Coris en el lateral izquierdo. Desastre consumado con el ‘alumbramiento´ de cara a la galería de Barja y Tano en un momento que ni a mala leche. Había avisado el técnico que no quería errores individuales sino máxima atención, y quizás por ello se cargó al mejor lateral izquierdo de la categoría, Clerc, a mitad del primer tiempo, pero en realidad se retrató él mismo.
También avisó de factores externos en contra, y no fue capaz de valorar algo tan evidente como las circunstancias en que transcurrió la tercera derrota consecutiva. La próxima vez deberá valorar también los factores internos que poco o nada favorecen, caso de su tozudez y previsibilidad. ¿Dónde estaba un jugador como Fausto Tienza en un partido de músculo, de fuerza? En ningún momento acertó Diego Martínez con el planteamiento o su ejecución. Acertó en la segunda parte cuando ordenó a sus hombres dejarse de zarandajas y practicar un fútbol más directo, pero ni contó con los jugadores apropiados, ni los buscó en Barja o Tano, con quienes solo buscó el titular fácil. Ni que le hubiera asesorado Fran Canal.

El partido del Carlos Tartiere recordó la de hace tres años en Anduva. Nadie puede jugar en barrizales invernales como si del Bernabéu en primavera se tratara. Y si alguien  lo planifica de semejante forma, lo menos que puede hacer después es reconocer su error. Error que entonces se pagó caro por lo que significó después. En esta ocasión, mucho más exigente, falta saber qué consecuencias traerá la tercera derrota consecutiva en un equipo confeccionado para liderar las alturas. Quizás sería una buena ocasión para que Fran Canal saliera a dar explicaciones, en lugar de marear la perdiz y disfrazar la realidad filtrando hipotéticas realidades futuras.


(La otra crónica de José Mari Esparza, periodista, sin pelos
en la lengua)

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