La afición de La Romareda se vuelca con el Real Zaragoza, generando un extraordinario contexto de fútbol. Ambiente de Primera entre dos equipos con entidad de Primera
El fútbol adquirió trascendencia social desde el instante en que
la consumación del gol engendró una expresión de júbilo. Este
juego representa un sentimiento colectivo desde que el gol lo celebra unido un
equipo. La dimensión del gesto crece exponencialmente cuando lo festeja la
afición. Desde esa perspectiva, la noche de ayer constituyó un triunfo rotundo
del zaragocismo. Es bueno que los jugadores y el entrenador crean en el Real
Zaragoza actual. Mucho más importante es que la afición,
que La Romareda, que su gente crea por fin en el equipo del león rampante. Una
sola letra diferencian creer de crear. Suele resultar más sencillo crear desde
la creencia. No, el enunciado anterior no es trabalenguas, sino el estado de
una afición que por fin se siente totalmente identificada con su equipo. Afición
y equipo, zaragocistas en la grada y sobre el césped, todos se
han declarado creyentes.
Trazado un objetivo
común, ayer unos y
otros, aficionados y jugadores, lo defendieron en perfecta comunión. Ambiente
de lujo. Estaba preciosa La Romareda. Cuánto tiempo hacía que no se vivía algo
semejante... Quizá desde el partido de promoción de ascenso a Primera ante el
Las Palmas, esto es, desde junio de 2015. Gradas pobladas, público
arremangado... Quizá influyera Osasuna, aunque esto último no lo tengo muy
seguro, pues el zaragocismo vive solo
para su Zaragoza. Atrás,
muy atrás, quedaron los años en que los goles de Osasuna se celebraban en La Romareda, años en que las dos aficiones acudían
unidas al campo, como años después ocurrió con el Numancia de Soria. El buen
rollito comenzó a cambiar cuando el sector radical de la afición de Osasuna cambió las banderas rojillas por las
ikurriñas. Dicen que son minoría en El Sadar de Pamplona, pero era a los que
más se escuchaba. La fractura total llegó cuando este sector radical profirió
cánticos contra la Virgen del Pilarmientras la mayoría del Sadar callaba.
Era finales de los 80. Lógicamente, la ofensa dolió en Zaragoza. Últimamente,
los ánimos parecen mucho más serenos. El encuentro de ayer queda como ejemplo
de la nueva convivencia. Solo fue un partido de fútbol. Eso sí, un precioso
partido de fútbol.
Había seguidores navarros en una esquina del fondo sur. Llegaron
dos horas antes a los aledaños del estadio. La Policía Nacional, en un trabajo nuevamente magnífico, los
acompañó hasta dentro del estadio. No hubo que lamentar ningún incidente
destacable. En La Romareda se escuchó a los hinchas osasunistas a las 19.55,
cuando su equipo saltó a calentar. Desde que el Zaragoza pisó al prado a las
20.00 también para calentar, solo se oyó a la afición zaragocista, entregada como en los viejos
tiempos, como
en esos tiempos que seguro regresarán. Ayer quedó muy claro que el zaragocismo
lo merece. Se vivió ambiente de Primera, y de los buenos de Primera.
Ya metidos
en la harina del encuentro, la afición llevó en volandas al Zaragoza.
Complicado que el Zaragoza pierda en un contexto semejante al de ayer, muy
complicado... Ahí estuvo su gente para empujar ante un señor equipo, como ayer
demostró ser el cuadro navarro, sin duda el mejor rival que desde hace tiempo
ha pisado Zaragoza. El zaragocismo ayudó a resistir al equipo cuando David le
pegó a la madera en el minuto 7, cuando más apretaba Osasuna. Después, vibró
con las coladas de Febas, con el penalti bien buscado por Buff, con el gol
de Borja Iglesias. En la reanudación, la grada remó con su
Zaragoza frente a un contrario con hechuras de Primera. Empató Oier. La
tuvieron para ganar unos y otros. Se cantó el himno, se recordó voz en grito
que Zaragoza nunca se rinde. Se empató. ¿Y qué? Si el zaragocismo juega en la
grada como ayer, al Real Zaragoza se le escaparán muy poquitos puntos de La
Romareda en este curso. Ambiente de Primera. Pronto seremos de Primera. Mejor
dicho, ayer ya lo fuimos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario