La cantera se estira. Hasta donde el jefe del proyecto quiere. El Athletic firmará en los próximos días a Youssouf Diarra (13-9-98, Bamako) para incorporarlo a su estructura de filiales. Tendrá ficha del Basconia y ahí empezará a jugar. Puede que con el paso de los meses acabe el curso en el Bilbao Athletic. Diarra llega a Bilbao después de un corto periodo de adaptación en el fútbol vasco: jugó la pasada temporada en el Ardoi juvenil -club vinculado con Osasuna- y este curso lo ha disputado con la camiseta del Chantrea, un equipo convenido del Athletic. En febrero hizo una prueba abierta a los aficionados en Lezama y la posibilidad de que se diera su fichaje ya provocó dudas sobre su integración en la particular filosofía rojiblanca.
Diarra
nació en Malí y con 8 años llegó a Lleida, donde sus padres trabajaban en una
granja. Pasó por distintos equipos de la ciudad y terminó enrolado en el Lleida
juvenil. Estuvo a punto de jugar con su país el Mundial sub'17 -le apartó del
mismo una lesión de tobillo- y después recaló en Pamplona. El chico explicó en
una entrevista en Noticias de Navarra por qué se mudó al barrio pamplonés de La
Milagrosa: "Javi Crespo es un amigo que me ayuda en los estudios y en el
fútbol. Él vive en Lleida y conocía a Juani Oyaga (agente FIFA) y de ahí que me
aconsejara venir a Navarra, porque pensaba que iba a ser un buen destino para
mí".
Con calzador
La
incorporación de Diarra vuelve a dañar la supuesta fortaleza filosófica de un
club que en su ideario establece como bases para jugar en el Athletic haber
nacido en Euskadi o ser formado en cualquiera de los equipos de cantera vascos.
Esa formación siempre se ha entendido dentro de un proceso natural, que en el
caso de Diarra siempre quedará la sospecha de que cayó en Pamplona como podía
haber ido a Italia, donde cuentan que también tuvo algún ofrecimiento.
El
Athletic ya ha utilizado esa fórmula de asimilación express en otras ocasiones.
En la primera plantilla actualmente entraron por esa vía Laporte y Saborit. El
primero fichó siendo todavía un niño pasando por el puente del Aviron Bayonnais
cuando él era natural de Agen, a casi 250 kilómetros de Euskal Herria; y el
catalán llegó al Athletic tras despuntar en las categorías inferiores del
Espanyol aprovechando que su madre se trasladó a vivir a Vitoria.
El
caso del malí es el último de una puerta que tiene innumerables recovecos para
franquearla y abre un debate sobre la procedencia y los planes de formación de
los futbolistas.
Lezama se salta patrones
El
fichaje de Diarra contrasta con el proceder de la estructura hacia jugadores
formados en el club desde pequeños. Iñigo Arzuaga, futbolista de perfil
ofensivo con pasado en el club desde alevines, está a un paso de firmar por el
Alavés para empezar a jugar en su filial. El Athletic ha incumplido una de las
cláusulas de su contrato y el jugador, con 20 años cumplidos el pasado mes de
mayo y 54 partidos disputados en el Basconia, hará las maletas.
La
buena sintonía que mantiene el club con los jugadores que vienen de fuera -este
curso habrá incorporaciones de fuera de Bizkaia hasta en edad infantil- se
torna en claroscuros cuando se trata de mirar hacia la casa. Arzuaga entró en
el Athletic en alevines y ahí ha seguido hasta el segundo filial después de jugar
el último año de cadetes y el primero de juvenil en el Getxo.
Desde
Lezama han querido reconducir la mala gestión con el futbolista ofreciéndole la
oportunidad de salir cedido a alguno de los clubes vizcaínos de Segunda B, pero
sin considerar el caso de promocionar al Bilbao Athletic. El suyo no es el
único caso de desamparo en los últimos pilares de la estructura de formación
del conjunto rojiblanco.
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