El ídolo del
Sadar
EZEQUIEL ‘CHIMY’ ÁVILA ES UN EJEMPLO DE SUPERACIÓN
HASTA CONVERTIRSE EN UNA REFERENCIA EN PRIMERA DIVISIÓN
El Alavés visitó esta tarde El Sadar, un estadio en el
que Osasuna se mantiene invicto esta temporada, en parte gracias a que
Ezequiel Chimy Ávila -el apodo se lo pusieron
porque es picante como la salsa chimichurri, muy popular en su Argentina natal-
ha conseguido contagiar su carácter luchador y su garra al resto del equipo y a
su afición. Al delantero, que militó en el Huesca las dos últimas temporadas
siendo pieza imprescindible en el ascenso a Primera División del club aragonés
y su mejor jugador en la máxima categoría, le han bastado unas pocas jornadas
para enamorar a la hinchada rojilla y convertirse actualmente en uno de los
referentes del conjunto navarro.
Sus estadísticas goleadoras no son estratosféricas, pero su simple
presencia supone un quebradero de cabeza para los defensores rivales. La
velocidad y la potencia son sus puntos fuertes. Ávila es infatigable y busca
una y otra vez la espalda rival. A pesar de solo medir 1,72 metros, pelea por
cada balón aéreo como si fuera el último y termina creando ocasiones a base de
insistencia, aunque no ha estado del todo acertado de cara a portería. Con su
coraje y pundonor, Chimy Ávila aporta mucho más que goles al esquema de Jagoba
Arrasate. El atacante está pasando por un momento dulce en su vida a los 25
años, pero no siempre fue así. Su complicada juventud en Argentina forjó su
carácter luchador.
DE ORIGEN HUMILDE
Ezequiel Ávila nació en
la ciudad argentina de Rosario, de donde proviene también Leo Messi. El Chimy se crió en Empalme Graneros, un barrio pobre y conflictivo en el que
su vida estuvo cerca de torcerse. Sus padres, que tuvieron nueve hijos, se
separaron cuando Ávila aún era un niño. Sin embargo, él no cesó en su empeño de
ser futbolista y llegó a tener que montar descalzo a caballo durante media hora
para poder acudir a los entrenamientos. Su madre, capaz de sacar nueve hijos
adelante por sí sola, fue sin duda una referencia para el ahora delantero de
Osasuna, que lleva tatuada una guerrera en el brazo en su honor. Mientras sus
amigos se dedicaban a la vida nocturna, Ávila se levantaba a las seis de la
madrugada para poder ir a entrenar. Conoció a su mujer cuando tenía catorce
años y ella diecisiete y se casó a los dieciocho.
Las innumerables adversidades a
las que tuvo que hacer frente estuvieron a punto de terminar con su carrera. De
hecho, llegó a dejar el fútbol durante dos temporadas por problemas judiciales
para trabajar de albañil, pero la insistencia de su pareja y su representante
le dio fuerzas para retomar su sueño. Se formó como futbolista en el Club
Atlético Tiro Federal y llegó a viajar a Barcelona en 2010 para probar fortuna
en el Espanyol, por aquel entonces entrenado por Mauricio Pochettino. Sin
embargo, su aventura duró solo seis meses y tuvo que regresar a Rosario. La
recompensa a su esfuerzo llegó a principios de 2015, cuando firmó por San
Lorenzo de Almagro por tres temporadas. Allí fue acumulando experiencia y
coincidió con el exguardameta Leo Franco en el vestuario, que se convertiría
después en su gran valedor como entrenador de la Sociedad Deportiva Huesca, que
consiguió su cesión en agosto de 2017.
Esta
operación, como no podía ser de otra forma, también supuso un contratiempo para
el delantero, ya que su mujer tiene fobia a los aviones y no era capaz de
cruzar el charco para acompañar al Chimy en su nueva etapa en Segunda División.
Sin embargo, el club aragonés facilitó que regresara a Argentina a por ella y,
con ayuda de una pastilla, viajó con él y permitió que Ávila se quedara en
Huesca, donde consiguió el ascenso a la máxima categoría del fútbol español esa
misma temporada.
LA ENFERMEDAD DE SU HIJA
No son
pocas las adversidades a las que ha tenido que hacer frente el delantero a lo
largo de sus 25 años de vida, pero la que más le marcó fue la enfermedad que
puso en riesgo la vida de la mayor de sus dos hijas a los pocos días de nacer.
Un virus que afectaba a las vías respiratorias mantuvo a su hija dos meses
ingresada en una clínica, tiempo en el que sufrió dos paradas
cardiorrespiratorias, síntoma de lo difícil que iba a ser para ella sobrevivir.
Su mujer y él se aferraron a la religión y una noche, según ha relatado en
diversas entrevistas, prometió a Dios cambiar de vida si salvaba a su hija. A
la mañana siguiente supo que iba a recibir el alta en 24 horas.
Desde
aquella experiencia, Chimy Ávila se ha mostrado siempre como un jugador muy
religioso y posiblemente haya influido en que disfrute y viva cada partido como
si fuera el último. En Huesca fue uno de los héroes del ascenso y prolongó su
cesión por una temporada más. El curso anterior anotó diez goles que no le
sirvieron para mantener al conjunto aragonés en Primera, pero que le valieron
su fichaje en propiedad por cuatro temporadas con Osasuna, que abonó a San
Lorenzo de Almagro 2,7 millones d euros por sus derechos. Hoy ha sido una
amenaza y cerero puñal para la zaga albiazul y volvió a conectar con el Sadar
como lo lleva haciendo desde que aterrizó en Pamplona.
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