martes, 10 de enero de 2017

EUGENIO LECUMBERRI, 30 AÑOS AL SERVICIO DE LA FUNDACIÓN ILUNDÁIN



“Soy un privilegiado como persona y espero poder seguir con esta tarea en Ilundáin que ha dado sentido a mi vida

Eugenio Lecumberri es el prototipo de cura obrero de los setenta; un sacerdote implicado en lo social que fundó Haritz Berri para ayudar a los jóvenes y que se identifica con el papa Francisco.

He tenido la suerte de ser el organista de la parroquia San Pedro de Mutilva Baja durante 15 años codo con codo y hago mías todas las impresiones que se recogen en esta bonita entrevista.     


Nació en una familia de labradores sin grandes recursos en Solchaga, en la Valdorba, el 1 de junio de 1940. Fue el sexto de once hermanos, pero uno de los privilegiados, porque pudo estudiar. Así arranca una breve biografía redactada por el propio Eugenio Lecumberri Seviné, por el fundador y actual presidente de la Fundación Ilundain Haritz Berri, un proyecto dedicado a la intervención social en el ámbito de jóvenes con dificultades. Eugenio, a sus 74 años, sigue al frente de esta iniciativa, sigue llamando puertas para solicitar ayuda que contribuyan económicamente y laboralmente para insertar a los jóvenes. “Les damos la segunda oportunidad de su vida”, apunta. La vida de Eugenio de Lecumberri no ha sido fácil pero seguro que está llena de grandes satisfacciones personales.

-Me dijeron que tenía vocación de cura desde pequeño, desde que me bautizaron. Mi vida siempre ha sido una vocación de servicio, siempre he soñado con esto. Vivir para los demás es lo que le ha dado sentido a mi vida”. Cuando salió del seminario, en 1965, dice que se dio cuenta de que “por mis andamiajes, la gente no se acercaba a mí. Me destinaron a la escuela profesional de Lumbier, para atender los pueblos de alrededor. Tres años después, me marché a Estella, a la parroquia de San Juan y fui profesor del colegio del Puy. Allí pasé cuatro años, los mejores de mi vida (1969-1973). Aquella experiencia me curtió mucho y me marcó mi opción de servicio, a los más necesitados, a los trabajadores. En aquel momento tuvimos un enfrentamiento con la jerarquía de la Iglesia. Planteamos reformas litúrgicas, cuestionamos otros aspectos, y nos sacaron de las parroquias. Intentaron mandarme a Alemania a estudiar, pero finalmente me destinaron a la parroquia de San Blas de Burlada. En ese momento no quise que mi sueldo me lo pagara la Iglesia y menos Franco, por lo que nos planteamos bastantes curas tener una profesión civil, con el fin de independizarnos y tener la libertad de poder decir y hacer lo que quieres. Yo hice Magisterio y fui profesor once años del colegio Sagrado Corazón de Etxabakoitz. Padecimos persecución, fuimos detenidos en varias ocasiones por las denuncias que hacíamos de represión contra la clase trabajadora. En la parroquia de San Blas surgieron muchos movimientos sociales. Yo me encargaba de la escuela de tiempo libre Haritz Berri. Allí, en Burlada surgió todo. Los primeros enganchados a la heroína, el caldo de cultivo, y los locales parroquiales, la primera sede. En 1984, logró que la Diputación Foral le cediera Ilundain y en 1985 se inició la actividad de intervención social.



UN CURA POLÍTICAMENTE INCORRECTO

¿Se encuentra con fuerzas para seguir liderando este proyecto?

-De momento, sigo aportando y estoy con la mente bien. Lo que me da tranquilidad es que, pase lo que pase, Eugenio ya no es imprescindible. Aunque sea un referente para educadores, monitores etc ya no soy imprescindible y el proyecto puede seguir adelante esté o no esté yo. En cuanto al sustituto hay un par de personas.
¿Del ámbito religioso como usted?

 -No, no. Son seglares que están metidos e implicados en el día a día de la fundación. Ya veremos si, por el papel que pueda desempeñar, tengo que ser presidente honorario en el futuro… De momento sigo contando y cuando digan que no… será no.



¿Cuál es su valoración de estos 30 años, desde la perspectiva personal?
-La valoración es muy positiva por lo que se ha conseguido. Desde lo personal, me ha supuesto un crecimiento humano muy importante ver las necesidades que he visto en los chavales y el trabajo de este batallón de educadores jóvenes que me han mantenido el espíritu joven. Soy un privilegiado como persona. Luego, la misión que yo me he marcado en la vida, que ha sido una vocación de servicio y que conduje al sacerdocio en unos años en los que quizás no había otro camino, la he reconvertido gracias a Dios. Pienso que la figura del sacerdote tiene que venir más por este camino que yo he sabido compaginar. Me refiero a compaginar lo religioso con lo social. A veces la gente te encumbra demasiado pero yo digo que sin todos estos jóvenes que me han acompañado esta tarea no habría salido adelante ni habría sido la misma. Tengo que reconocer que esta labor que desarrollamos es fruto de una gran tarea en equipo, aunque igual también he sabido rodearme con este capitalón humano que es Ilundain.



Tiene 74 años, ha sido “relegado” a una pequeña parroquia. ¿Sigue siendo una persona que cuestiona la jerarquía de la Iglesia, sigue siendo beligerante y reivindicativo?
-“Pienso que la vida del sacerdocio tiene que venir más de la mano de este camino de lo social.

Ya me he planteado no sufrir con estas historias porque te restan muchísimo. Yo creo que es mi vida, la forma de entender la vida y no por lo social porque, aunque lo valoran nunca lo han metido como una experiencia de pastoral, cuando todo esto surgió de una parroquia y tuvo apoyo de Caritas. Hemos sido autónomos porque, además, creo que debíamos ser autónomos y depender de una fundación. Tampoco he reivindicado nada a la Iglesia pero reconozco que he sido una persona incómoda, aunque no solo para la Iglesia, más bien por mi forma de ser o por ser reivindicativo. En estos momentos, te duele no haber sido considerado más y que a veces te hayan excluido de puestos de responsabilidad pastoral de la diócesis. Es esa falta de confianza la que llevas un poquito dentro. Hoy por hoy llevo esa tarea en Tajonar, estoy muy tranquilo, no reivindico nada, no espero reconocimiento y espero seguir con esta tarea en Ilundáin que ha dado sentido a mi vida.
¿No hay otros religiosos que les haya enganchado la labor de Ilundain?
-Bueno ha habido mucha gente que ha venido aquí en plan de aprendizaje a conocer la experiencia, voluntarios que ha colaborado en este proceso como, por ejemplo, durante un tiempo las monjas del Colegio del Sagrado Corazón de Etxabakoitz. Incluso seminaristas que les interesaba este tema. Hubo algún cura, también marginado, y otros que se salieron de cura pero las cosas no evolucionaron por ese camino.

EN LA VALDORVA LE ADORAN
Es extraño siendo un tema tan social, tan humano…¿no?
-Pues sí pero no estamos lejos de por donde tienen que tirar las cosas, de los planteamientos del Papa Francisco, con el que yo me siento identificadísimo. La verdad es que me hubiera gustado un respeto y más apoyo. Pero bueno, este apoyo lo he encontrado en la parroquia de San Blas, en algunos compañeros sacerdotes y sobre todo en los educadores con los que me he rodeado. Ellos constituyen mi comunidad cristiana. Mi comunidad cristiana principal está en Ilundáin.



¿Han cambiado los problemas de los jóvenes en esta trayectoria de 30 años?
-La problemática hoy en la juventud se está agudizando porque para poder responsabilizarse y poner en juego sus ideales a veces no tienen los medios necesarios. La cantidad de gente que no puede ir a la universidad, los problemas de piso, de trabajo, lo que se nos ha ofrecido desde la sociedad de consumo que nos ha creado unas necesidades tremendas les complica aún más la vida y no ayuda. Pero yo sigo creyendo en la juventud, hay que optar por ellos e intentar trabajar en el tema del paro y en la prevención. Yo veo a estos chavales en esta situación de crisis, con las perspectivas que se les ofrecen y pienso que si las sociedades que trabajamos con ellos no contamos con recursos para intentar frenar un desenlace mucho más fatal de la juventud, lo vamos a pagar dentro de unos años.
Un consejo
-Creo que es fundamental prevenir en el ámbito de todas las drogodependencias incluida la de las nuevas tecnologías porque nos están alejando de las relaciones humanas. Lola Cabasés

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