sábado, 13 de julio de 2019

LA PAMPLONESA LE DEBE MUCHO AL PROFESOR JUBILADO SANTIAGO GARAY


Santiago Garay ya no lleva la cuenta. Han sido muchos los músicos de La Pamplonesa que recibieron clases de acompañamiento con él en el conservatorio Pablo Sarasate. Los alumnos con algún instrumento de viento, maderas y metales. En la distancia de los años y de un retiro apacible en la Casa de Misericordia de Pamplona, el profesor disfruta ahora con la música de la banda de su ciudad. Destaca sin alharacas su calidad. Como si les pusiera un sobresaliente con los pies en la tierra.
Santiago Garay Iriarte es nieto, hijo, hermano y padre de músicos. Su padre, Policarpo, se instaló en Pamplona procedente de Erandio, y fundó la banda de txistularis de Pamplona en 1942. Su hermano José Luis era un virtuoso del instrumento; también Santiago lo tocaba e impartió la asignatura, si bien él estudió piano y fue catedrático en el conservatorio. Obtuvo la cátedra de solfeo en 1976 y compaginó esta asignatura con las de Armonía y Acompañamiento. Disfrutó como pianista acompañante. En 1985 amplió la cátedra con “una asignatura exigente: Repentización instrumental, Transposición y Acompañamiento”.
Reconoció un día Garay que tal vez había sido demasiado exigente y nervioso en sus clases y que se arrepentía de ello. Pero sus alumnos no se lo reprochan. Más bien lo contrario. Recuerdan al maestro. Y lo saludan allá por enero cuando La Pamplonesa acude fiel a su cita con los mayores de la ciudad en la Casa de Misericordia. Debe de ser aquello como una medicina para muchos, un bálsamo acunado en los recuerdos de las partituras de la fiesta. Para Garay resulta complicado escoger una entre tantas, porque por sus manos de pianista han pasado muchos pentagramas, un repertorio vasto, de lo popular y de lo clásico.
Ya ni lleva la cuenta, confiesa Garay, de todos los alumnos a los que ha dado clase. “Por las clases colectivas han pasado prácticamente todos, en lenguaje musical, armonía...”, apunta. Pero retiene muchos apellidos ligados a La Pamplonesa que pasaron por sus aulas en Acompañamiento y con los que, en fin, pudo trazar una relación más personal: “Las hermanas Arias, con la flauta y el saxofón, Palacios con el clarinete; enumera sin querer olvidar a nadie. No es fácil. Al tiempo, añade más: “Juan Carlos Aoiz, trombón; Jorge Nagore, clarinete; Juaniz, clarinete; Zazpe, saxofón; Ángel Ochotorena, trompeta, Luis San Martín, trompa o Aldunate, aquel chico tan majo de Lumbier”. “Y los que faltan.... me dejo muchos, seguro. Y eso que la asignatura era un hueso, transposiciones... y numeraciones en el caso de los pianistas”, resalta y precisa que por el aula pasaron también el subdirector, Jesús Garísoain, y el director, Vicent Egea. “Fueron los dos que estaban con piano, la excepción”, detalla Garay, orgulloso de haber participado en la formación de una banda que ofrece, afirma, “mucha calidad”. “Sin desmerecer a quienes les precedieron, pero los instrumentistas actuales se han formado en el conservatorio, prácticamente todos. Y eso se note”, entiende el profesor.
“Les escucho sobre todo en la calle, y es un gusto. Están en un momento álgido. Han dado un repaso serio al repertorio. Este año es un reconocimiento a la banda, como lo es el lanzamiento del Chupinazo”, se congratula Garay, mientras ojea en la Meca el libro del centenario. (DN)

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