Dos estrellas fugaces para el encierro
El regreso de la parada de bueyes El Uno, de la localidad madrileña de Estremera, es presagio de raudos encierros. Dos ejemplares, bautizados como ’Ronaldo’ y ‘Messi’, están llamados a tirar de la manada por su punta de velocidad
¿Eclipsarán a los divinos corredores Juan Pedro Lecuona y Aitor Arístregui?
La presunción de seguridad en el encierro, donde el riesgo viaja en el comportamiento imprevisible y siempre amenazante de seis toros, prima en el regreso de mansos veloces sobre los 848,6 metros del adoquín. Ayer partieron veinte ejemplares de la Casa Chopera y la parada de bueyes El Uno rumbo a su destino en el escenario por antonomasia del traslado de reses bravas. Desde la localidad madrileña de Estremera, donde han permanecido al cuidado del personal de José María López de la Torre, fueron transportados para aclimatarse con días de antelación a Pamplona.
El regreso por segundo año de El Uno, considerada en el país como una de las ganaderías punteras en la crianza de cabestros de “encierros y festejos populares”, como destaca su propietario, es sinómimo de velocidad. Si el año pasado, uno de sus ejemplares, de raza berrenda en colorado, apodado Ronaldo, contribuyó en el registro de carreras inferiores a los tres minutos, los inminentes encierros esperan a un segundo animal de condiciones igual de portentosas y punta de velocidad de crucero. José María López cree que “estarán en cabeza”, a expensas obviamente del ritmo de los toros que, en su naturaleza gregaria, tienden, no obstante, a seguir la pausa de los cabestros.
Por hallar un paralelismo en el mundo futbolístico, este segundo cabestro, berrendo aparejado, responde al sobenombre de Messi. Podrá ser reconocido por la blancura predominante en el lomo y la tripa de su lámina. Caprichos del destino, un segundo aspecto de identificación será el distintivo número 7 grabado en su piel, que curiosamente cuelga de la camiseta de CR7.
Para entender las cualidades que atesoran basta con reparar en la intensidad de su preparación en la finca El Maquilón, donde pastan toros pero también 140 bueyes de José María López. En días alternos, “corren 4 o 5 kilómetros”. La puesta a punto forma parte de un plan, que comienza desde edad temprana con una enseñanza orientada a la guía de reses bravas. Su peso se sitúa entre los 600 y 700 kilogramos y la edad apta para lo que son preparados desde pequeños oscila entre los 4 y 9 años. Contra opiniones infudadas, que hayan podido extenderse a raíz de su comportamiento portentoso y raudo, su propietario niega que tengan genética de toro. “Son mansos. Se asustan y salen corriendo”, precisa.
Pegados a los toros
Si la seguridad es vital en el encierro, el temor a la deslucidez de carreras delante de los toros siembra una corriente de opinión, avivada el año pasado. Con los mansos en cabeza y los morlacos a su estela, correr delante de las astas se presume en tarea ardua y complicada.
Para el propietario de El Uno, “los Sanfermines son un sueño. Desde pequeño veía los encierros en la tele. El encierro de Pamplona es lo mejor del mundo”. (D.N.)
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